domingo, 18 de diciembre de 2016

Recuerdos

Ahora sí es Navidad! Ya he hablado en algún momento de esta época del año que me gusta bastante. Es cierto que me parece demasiado estar recibiendo estímulos navideños desde noviembre pero una vez que llego a estos días ya me empiezo a contagiar de la Navidad y me preparo para disfrutarla. Creo que cada época del año es buena y tiene cosas diferentes para disfrutar pero estos días tienen un encanto especial donde se unen ilusión, ganas de compartir, nostalgia, melancolía,… y esa mezcla de emociones me parece maravillosa. Mi Navidad es bastante tranquila y quizás se puede etiquetar de “tradicional” ya que la disfruto con las personas de mi círculo más íntimo, familia y amigos lo cual no es algo extraordinario porque a lo largo del año disfrutamos de diferentes momentos pero reconozco que el ambiente navideño me gusta especialmente.
Concretamente en esta época del año tienen especial protagonismo los recuerdos. Nuestro pasado es fundamental en nuestra vida ya que aquello que recordamos, positivo o negativo, influye en nuestro presente: los recuerdos positivos aumentan nuestra satisfacción con la vida y los recuerdos negativos disminuyen dicha satisfacción. De este modo, potenciar recuerdos positivos aumenta la posibilidad de generarnos bienestar. A veces nos ocurre que hemos perdido a alguien importante en nuestra vida y cuando llega la Navidad tendemos a evitar o incluso a negarnos a celebrar estos días porque eso nos produce el dolor por la pérdida del ser querido ya que sigue vivo en nuestro recuerdo (recuerdo que es probable que se acentúe en estas fechas). Esta es una forma de afrontar ese dolor pero también es posible intentar no centrarse tanto en la pérdida como tal, quizás puede ser más productivo recordar aspectos de esa persona que hacían más especiales estos días, qué momentos hemos vivido juntos que nos han hecho especialmente felices y, si además podemos compartirlo con las personas que tenemos presentes actualmente en nuestra vida, esto puede proporcionarnos cierto sentimiento de paz. Con ello, no solo mantenemos vivo un recuerdo positivo sino que estamos construyendo nuevos momentos que vivimos en nuestro presente y podrán formar parte de esos recuerdos bonitos en nuestro futuro.
Entiendo que esto es muy fácil escribirlo pero a la hora de ponerlo en práctica es bastante más complejo ya que resulta curioso que del mismo modo que el tipo de recuerdos que tenemos influyen en nuestro estado de ánimo, el estado de ánimo influye también en los recuerdos que se activan. De este modo se crea una espiral de emociones por la cual la persona que recuerde sucesos positivos del pasado experimentará emociones positivas en el presente y este estado de ánimo positivo, coherente con su recuerdo, facilitará que broten recuerdos positivos. Esa misma espiral se genera en caso contrario ya que si tenemos un estado de ánimo negativo es más fácil que afloren en nosotros recuerdos negativos convirtiéndose en un círculo vicioso de negatividad.
En Psicología Positiva se trata con frecuencia este tema afirmando que recordar situaciones positivas del pasado y recrearse en ese recuerdo para disfrutar de los buenos momentos vividos es un ejercicio que puede resultar especialmente beneficioso para el estado de ánimo. Por eso nos proponen un pequeño ejercicio que consiste en escoger un recuerdo positivo, buscar un momento tranquilo, a solas, relajados de manera que podamos traer a nuestro presente la vivencia de esos recuerdos. Este ejercicio que parece simple nos puede aportar mucho bienestar al igual que compartir esos recuerdos con alguien de nuestro círculo íntimo, a quien le expliquemos ese recuerdo, le hablemos de las personas que estaban en él y qué importancia tenían en nuestra vida,… verbalizar ese recuerdo y las emociones que nos genera puede traerlo al presente de un modo consciente aportándonos emociones muy positivas.
Más de uno según lea esto pensará que quizás es más doloroso traer ciertos recuerdos al presente especialmente si las personas que estaban en nuestro pasado no las podemos disfrutar en el momento actual. En mi opinión, es cierto que el propio recuerdo a veces es doloroso por la sensación de pérdida que siempre genera dicho dolor pero en mi caso, a pesar de invadirme la nostalgia, también me supone un motor para poner en valor mi presente, las personas que me rodean y me ayuda a ser consciente que quiero disfrutarlo. Lo que vivamos hoy serán los recuerdos que tengamos en el futuro así que dedicar tiempo a crear buenos recuerdos hará que nuestro pasado sea algo especialmente bonito que recordar.
La Navidad por tanto es un momento en el que efectivamente afloran muchos recuerdos, a veces de forma inconsciente y otras somos nosotros quienes podemos escoger qué recuerdos queremos hacer aflorar en un momento dado. Es una de las cosas espectaculares del ser humano, que es capaz de escoger la actitud con la que quiere vivir la vida y además es libre de la elección de esa actitud. Así que os deseo a todos que estos días lo disfrutéis con la actitud que vosotros elijáis y que os genere auténtico bienestar.
Que paséis una muy feliz Navidad!

domingo, 11 de diciembre de 2016

Sólo sé que no sé nada


Hoy comparto un efecto debido a la distorsión del pensamiento que leí hace tiempo y me pareció curioso. Se trata del llamado Efecto Dunning-Kruger, el nombre viene dado por los investigadores que lo etiquetaron. Este efecto consiste básicamente en que una persona que no conoce especialmente un área determinada, a veces tiende a pensar que sabe mucho mientras que una persona la cual sabe mucho en ocasiones se siente ignorante.
David Dunning, psicólogo norteamericano de la Universidad de Cornell, escuchó la noticia que decía que una persona había atracado dos bancos sin máscara y a plena luz del día, el cual fue arrestado inmediatamente después de sus atracos. A Dunning le llamó especialmente la atención que el ladrón declaraba haber utilizado un método casero para no ser reconocido pero evidentemente no le funcionó lo cual le llevó a este psicólogo a pensar si una persona incompetente no es consciente de su propia incompetencia precisamente por eso. A partir de esta hipótesis trabajó con Kruger en un experimento en el que los participantes respondían cómo eran de eficientes en áreas como gramática, razonamiento lógico y humor. Inmediatamente después se les aplicó un test para evaluar de forma objetiva su grado de competencia en cada una de las áreas. El resultado fue que, de forma general, quienes habían afirmado tener una alta competencia en una o varias áreas sus puntuaciones fueron más bajas y las personas que pensaban tener menor competencia obtuvieron mayores puntuaciones. Concluyeron entonces que existía un sesgo cognitivo bajo el cual las personas que menos sabían de un tema determinado no solo sobrevaloraban sus conocimientos sino que existía en ellos cierta tendencia a subestimar la competencia de los demás por lo que se sentían más seguros de sí mismos pese a su no competencia.
Cuando estos investigadores se preguntaban por qué se producía este fenómeno plantearon que este sesgo cognitivo se producía porque las competencias necesarias para hacer algo bien son las mismas que se necesitan para evaluar si algo está bien hecho, lo que denominaron evaluación de desempeño. Por esta razón, lo que se planteaban era que posiblemente las personas que tienen ese sesgo cognitivo y no son capaces de darse cuenta que algo está mal hecho es porque en realidad no saben cómo se hace bien aquello de lo que presumen saber.
En la misma investigación surgió el planteamiento contrario y es que las personas que mayor competencia tenían en un área determinada infravaloraban su capacidad. En este caso Dunning y Kruger atribuyeron ese sesgo cognitivo a lo que se denomina el “falso consenso”. En realidad el llamado falso consenso tiene una connotación diferente, por ejemplo, imagínate que dos personas están en una discusión irreconciliable y buscan a una tercera persona para que de alguna manera medie en la discusión pensando, a priori, que esta persona será neutral. Pues bien, el falso consenso en este caso es que ambas partes piensan que esa persona “imparcial” va a opinar como ellos.
En el caso que nos ocupa, los investigadores aplicaron el falso consenso para explicar que cuando una persona tiene una competencia alta sobre un área determinada tiende a pensar que la mayoría de las personas pueden hacer ese tipo de actividad igual de bien que ellos. De este modo, aquellos que tienen una alta competencia no valoran especialmente esa habilidad en concreto y por ello actuaban en el experimento de Dunning y Kruger infravalorando su capacidad.
Como comentaba al principio cuando leí esta investigación y el resultado me pareció curioso porque este tipo de conducta es bastante habitual en el ser humano pero quizás no me hubiera parado antes a pensar en las razones por las cuales podemos actuar bien sobrevalorando o infravalorando nuestros conocimientos y habilidades. Lo que he vivido en propia piel es que cuanto más aprendo sobre un tema determinado, paradójicamente más ignorante tiendo a sentirme sobre ello ya que afloran incógnitas que no me había planteado antes, posturas diferentes, teorías y nuevas investigaciones que generan hipótesis alternativas. Y es entonces cuando recuerdo la frase que leí estudiando Filosofía y que se le atribuía a SócratesSolo sé que no sé nada”. Una posible interpretación de esta frase es que si crees que aún no lo sabes todo esto te puede incitar a aprender aún más. En Psicología Positiva se establece que una de las fortalezas que puede tener el ser humano es el amor por el aprendizaje o la tendencia continua por aprender cosas nuevas de manera que las personas que tienen esta fortaleza experimentan especial bienestar adquiriendo nuevos conocimientos. Si esta frase efectivamente la enunció Sócrates es muy probable que esta fuera una de sus fortalezas.
Mi reflexión al respecto es que es posible que caigamos en algunas ocasiones en la arrogancia de sobrevalorar nuestros conocimientos o que nos ocurra lo contrario, que no seamos capaces de valorar nuestras capacidades o habilidades dándolas por hecho. Quizás lo más positivo es intentar hacer una valoración lo más objetiva posible de nuestras capacidades y ponerlas en práctica sacándonos partido al mismo tiempo que detectemos aquello en lo que quizás no seamos tan buenos y nos gustaría mejorar para adquirir los conocimientos y habilidades que necesitamos.
Que paséis una feliz semana!

domingo, 4 de diciembre de 2016

Responsabilidad


En diferentes contextos, ya sean personales o profesionales, he vivido situaciones en las que de forma frecuente, ante un problema determinado, los seres humanos buscamos la forma de eludir nuestra responsabilidad frente a ese problema. Ocurre a veces que ante determinado problema nos justificamos frente al resto de personas e incluso frente a nosotros mismos de manera que nos esforzamos en deshacernos de nuestra posible responsabilidad ante un hecho concreto buscando el consuelo en culpar a otros o a factores externos de la aparición de dicho problema. A continuación os expongo varios ejemplos generalizados para concretar un poco más mi discurso.
Comienzo con el ámbito profesional donde es posible que esto ocurra con cierta frecuencia. Ocurre a veces que se genera un problema importante y de repente se desencadenan una serie de acciones bajo las cuales parece que la premisa principal es buscar quién ha sido el culpable de dicho problema. Bajo esa premisa cada uno busca los argumentos por los que ha actuado de un modo determinado que obviamente considera correcto y aún con más detenimiento se busca la culpabilidad en otro que si además es de un departamento diferente al propio mucho mejor. De este modo, se utilizan muchos esfuerzos en justificar el trabajo de uno y ver el fallo en el trabajo de otros. En estas situaciones desde mi punto de vista se me genera una cuestión ¿no sería más práctico y productivo buscar el modo de solucionar dicho problema aunando esfuerzos antes de emplear tanta energía en buscar culpables? A veces cuando se genera un problema nos damos cuenta que hemos actuado de un modo determinado pensando que era la forma correcta pero si las consecuencias no han sido positivas quizás simplemente se trata de reconducir la situación y aprender de ello para futuras ocasiones. Quizás no sea siempre especialmente sencillo pero en algunas ocasiones creo que sí es posible al menos.
En el ámbito de una relación de pareja, cuando existe algún conflicto, de repente nos encontramos argumentando excusas que eludan nuestra responsabilidad en dicho conflicto culpando al otro por una u otra razón lo cual normalmente no ayuda a solucionar el problema sino más bien a agravarlo y convertirlo en un punto de partida para sembrar una semilla que, a la larga, puede minar la relación. Si nos encontramos ante el caso en el cual la relación se ha roto creo que aún es más fácil caer en la tentación de buscar la culpabilidad en el otro incluso con ejemplos concretos bajo los cuales sentenciar a esa persona como única culpable de esa ruptura. En mi opinión, en el caso de una pareja es más que evidente que cuando funciona es porque ambos apuestan por ello y si la relación finalmente se rompe igualmente la responsabilidad es compartida. Por esta razón me parece mucho más productivo identificar esa parte de responsabilidad en uno mismo, qué hice, qué no hice, qué pude hacer y por qué no lo hice… de manera que si nos encontramos en otra relación llevemos esos aprendizajes en nuestro “equipaje emocional” y puedan aportarnos algo positivo en el futuro.
En esa misma línea nos puede ocurrir con relaciones de amistad o en las familias. A veces existen conflictos, distanciamientos,… y es muy probable que caigamos en la tentación de buscar la culpabilidad de estos hechos en el otro antes de valorar si nosotros mismos podemos hacer algo por solucionar la situación o evitar que se repita.
Con todo esto no quiero decir que ante cualquier problema o conflicto nos culpemos de todo lo que ocurre y pensemos que somos nosotros quienes hemos provocado esa situación porque tampoco sería justo. A lo que me refiero es que a veces tengo la sensación que empleamos mucha energía, esfuerzos y recursos en culpar a otros frente a una situación adversa. Después de todo ese esfuerzo empleado quizás el resultado final sea que tenemos argumentos suficientes para juzgar efectivamente como culpables a otros. Pero, incluso una vez llegado a la conclusión que nosotros no hemos tenido nada que ver en el problema ¿eso es realmente útil? Pongámonos en la situación: el culpable en el trabajo de un problema determinado es otro departamento diferente al nuestro, nuestra relación de pareja se ha roto por actos de esa pareja que ha dejado de serlo, una amistad se ha distanciado por culpa de ese amigo con el que ya no cuento… ¿y ahora qué? ¿nos parece suficiente quedarnos con ese consuelo de no ser los culpables porque son otros los que han actuado mal? Es posible que actúe de consuelo pero en mi opinión no es útil e incluso, de algún modo, nos estamos engañando a nosotros mismos haciéndonos un flaco favor eludiendo nuestra propia responsabilidad.
Mi reflexión es que además de valorar nuestra propia responsabilidad ante un problema determinado también debemos valorar factores externos que a veces nos incitan a actuar de un modo u otro (no es cuestión tanto de justificar nuestros actos sino de ponerlos en contexto). De este modo en muchas ocasiones nos podemos encontrar con que la responsabilidad es compartida por todas las partes y que siempre será más productivo mirarnos un poco el ombligo, analizar nuestros actos, las palabras que dijimos, el contexto en el que actuamos… de este modo podremos darnos una respuesta sincera a nosotros mismos sobre cuál ha podido ser nuestra parte de responsabilidad, qué opciones tengo para solucionar ese problema o, al menos, cómo puedo intentar que no se repita en el futuro.
Que paséis una feliz semana!

domingo, 27 de noviembre de 2016

Verdades y mentiras


Este fin de semana he tenido la oportunidad de quedar con un grupo de amigos con los que no conseguimos vernos con mucha frecuencia por diferentes razones pero cuando coincidimos pasamos un rato de esos que te deja un poso de especial bienestar. A este grupo de personas concretamente les he conocido dentro de mi ámbito profesional. Reconozco que no soy una persona que especialmente busque un entorno social en el trabajo pero también es cierto que en las diferentes empresas en las que he trabajado me he encontrado con personas con las que se ha creado un vínculo muy especial y, con el paso de los años, incluso después de dejar de ser compañeros de trabajo, se ha ido fortaleciendo esa relación de amistad. El caso es que lo que empezó siendo una comida de amigos pasó después a ser un motivo de pasar una tarde genial mostrándonos cada uno de nosotros como somos, compartiendo nuestras vivencias, recordando momentos que vivimos en el pasado, haciéndonos partícipes de nuestros proyectos a futuro… Este hecho me da pie a lo que os quiero exponer hoy en este espacio, un tema del que hablo con frecuencia y que para mí tiene especial importancia que no es otro que tener relaciones auténticas con las que podamos mostrarnos tal cual somos, totalmente transparentes y sinceros.

Imagino que cualquiera que lea esto habrá experimentado de un modo u otro el impacto de la mentira en su vida. La mentira disfraza la realidad, genera confusión,… y a pesar de eso está muy presente en nuestras vidas. A veces utilizamos la mentira por miedo, porque nos protege, porque es más fácil que la verdad en un momento dado,… sea cual sea la razón es algo con lo que convivimos con frecuencia.

Bajo mi experiencia, el utilizar la mentira en un momento dado no ha sido nunca positivo. Una mentira o un engaño lo que provoca es una reacción en cadena ya que para sustentar ese engaño normalmente tienes que construir otro que a su vez requiere de otro de manera que se vuelve un círculo vicioso que finalmente cae por su propio peso. Es más, el problema inicial que se quería enmascarar con esa mentira inicial se vuelve pequeño comparado con el problema real que finalmente te encuentras una vez que entras en ese círculo vicioso.

En cualquier caso la mentira es algo que forma parte de nuestras vidas, no justifico que se engañe aunque reconozco que a veces es más cómoda o menos dolorosa una mentira en un momento dado. Lo que me parece más difícil justificar es esas veces en las que mentimos porque sí, inventando realidades que no existen pero que tampoco nos llevan a ninguna parte. Con el tiempo he conseguido detectar ciertas personas que con frecuencia hacen esto último, sin razón aparente me dicen cosas que no son ciertas pero tampoco son relevantes y siempre me pregunto cuál será la razón por la que lo hacen, lo cual queda en ellos porque también es cierto que no me dedico a indagar mucho más si no es algo que para mí sea importante. Esto ocurre cuando detecto esas mentiras pero soy consciente que en muchas ocasiones recibiré información que no sea cierta pero que creeré a pies juntillas.

Con todo ello y volviendo a esas relaciones auténticas que os comentaba al principio, el verdadero bienestar es poder contar en mi vida con esas personas que tengo una relación totalmente transparente, donde no cabe la posibilidad de decir algo que no sea cierto. Algunas personas de confianza me dicen que a veces parezco un libro abierto, que se me nota lo que pienso antes de decirlo, lo cual es algo que a veces no juega en mi favor pero con lo que convivo de manera que, con el tiempo he aprendido a mejor que decir algo que no sea cierto, no decir nada. En ese caso, si es verdad que soy como un libro abierto quien me conozca un poco verá mis pensamientos sin necesidad que tener que enmascararlos.

Así que valoro en gran medida esas personas que me miran a los ojos y me dicen la verdad sea cual sea. Realmente no es doloroso que te digan una verdad en sí, lo doloroso es la certeza como tal que a veces necesita de su tiempo pero si viene de alguien que no intenta enmascararte la realidad y te dice las cosas que piensa de un modo respetuoso es un indicador de una relación saludable basada en una buena comunicación. A veces como decía antes, la mentira la usamos para proteger al otro. En mi caso no necesito que alguien me cuente algo diferente a la realidad para protegerme, prefiero que me diga cuál es la realidad y tener a esa persona cerca para que me apoye si lo necesito para afrontar esa realidad.

Por esta razón me parece tan valioso encontrar y mantener esas personas en mi vida que no necesitan mostrarse diferentes a como son y no esperan que yo sea otra cosa diferente a la que soy.

Que paséis una feliz semana!

domingo, 20 de noviembre de 2016

Transformación


Hoy comparto una historia con moraleja que leí hace tiempo y que es de esas historias de las cuales cada uno puede obtener su propia reflexión, verse reflejado en algún aspecto de su vida e incluso utilizarlo para analizar su forma de afrontar ciertas situaciones que se ha podido encontrar. En este caso la historia trata de cómo ciertas situaciones nos transforman una vez que pasamos por ellas y busca hacernos reflexionar sobre qué tipo de transformación nos gustaría obtener de ese tipo de situaciones.
Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y lo difíciles que le resultaban las cosas. No sabía cómo seguir adelante y creía que se daría por vencida porque estaba cansada de luchar. Tenía la sensación que cuando solucionaba un problema aparecía otro.
Su padre, que era cocinero de profesión, la llevó a su lugar de trabajo donde llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Al poco tiempo el agua de las tres ollas comenzó a hervir. En una de las ollas colocó zanahorias, en otra huevos y en la última granos de café dejándolo hervir sin decir palabra. La hija esperó impacientemente preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un recipiente, lo mismo hizo con los huevos y finalmente coló el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hija le dijo:
-      ¿Qué ves?
-      Zanahorias, huevos y café – fue su respuesta.
El padre hizo que la hija se acercase y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Después le pidió que cogiera un huevo y lo rompiera, el cual, tras quitar la cáscara se podía observar que el huevo había quedado duro. Finalmente le acercó el recipiente del café y la hija sonrió mientras disfrutaba del aroma que emanaba.
-      ¿Qué significa todo esto padre?
El padre le explicó que los tres elementos se habían enfrentado a la misma adversidad: agua hirviendo, pero cada uno de ellos había reaccionado de un modo diferente. La zanahoria llegó al agua caliente dura pero tras pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido y delicado pero después de pasar por el agua hirviendo se había endurecido. Los granos de café sin embargo, después de pasar por el mismo proceso, habían cambiado el agua convirtiéndola en café.
-      ¿Cuál eres tú? – le preguntó el padre a su hija – cuando la adversidad y el dolor llaman a tu puerta ¿te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿eres un huevo con corazón maleable que se vuelve duro y rígido? ¿o eres como el grano de café? Este último supone que cambias el elemento que te causa dolor de manera que haces que mejore tu alrededor.
Esta historia es una de las muchas que puedes encontrar por internet de autoayuda, motivación, optimismo,… suelen ser historias que intentan aportarnos una receta casi mágica con la cual nosotros tenemos la capacidad de escoger cómo afrontamos las situaciones de manera que incluso las circunstancias más adversas nos proporcionen un motivo de transformación en positivo de nuestras vidas. Reconozco que me gusta leer este tipo de historias pero creo que si queremos sacarle partido cada uno debe llevárselo a su realidad, a su modo de afrontar las cosas, a las herramientas emocionales de las que dispone,… y con ello reflexionar y sacar sus propias conclusiones, incluso, en un momento dado, plantearse si su forma de actuar frente a según qué situaciones está siendo aquella que le proporciona mayor bienestar. De manera que no se tomen como recetas mágicas sino como ingredientes que podemos mezclar a nuestro antojo y obtener un plato cocinado a nuestro gusto.
Respecto a la historia que os planteo hoy desde luego que el modo más optimista de afrontar una situación adversa es conseguir transformarla mejorando nuestro entorno. Hasta ahí por mi parte estoy de acuerdo. No obstante, si me lo llevo a mis experiencias personales, no siempre he conseguido obtener de forma directa esa transformación tan positiva. A veces una mala experiencia me ha debilitado y muchas otras veces me ha endurecido. Creo que lo segundo me ha ocurrido en más ocasiones que lo primero, tras una mala experiencia he creado esa muralla que interpreto como un mecanismo de defensa para que situaciones similares en el futuro no consiguieran dañarme. En esta historia el hecho de que actuemos como el huevo, endureciendo nuestro interior en un momento dado, tiene cierta connotación negativa. En mi caso esto me ha sido útil para coger cierta distancia emocional, ser capaz de analizar una situación y actuar de un modo más objetivo.
Si bien es cierto que esa muralla creada por mí misma en algún caso me ha resultado útil también entiendo que es algo temporal, que llega un momento que elimino esa barrera por mí misma y me enfrento a la situación transformándola en algo positivo porque es especialmente gratificante enfrentarme a esos miedos y sacar algo positivo de ello.
Mi reflexión entonces sobre esta historia es que no tengo que actuar siempre de un modo positivo sino que me puedo permitir de forma temporal actuar ante una adversidad como lo hacen la zanahoria y el huevo ante el agua hirviendo pero tarde o temprano puedo intentar transformar ese dolor, esa mala experiencia,… en un aprendizaje o en una forma de actuar que me genere bienestar.
Que paséis una feliz semana!

domingo, 13 de noviembre de 2016

Vivir lentamente


Reconozco que a nivel profesional en cierto modo me siento afortunada. Tengo trabajo, me gusta mi profesión, he dedicado mucho tiempo a aprender a desarrollar mis tareas y para mí es gratificante poner en práctica mis conocimientos y habilidades en mi día a día. Eso no significa que no conviva continuamente con conflictos profesionales a los cuales tengo que enfrentarme, aspectos que me frustran, situaciones complicadas que me hacen cuestionar todo lo que hago… además siempre hay cosas que me gustaría que mejorasen y trabajo para generar esos cambios, pero en líneas generales estoy satisfecha con esa parcela de mi vida porque creo que supone una posibilidad de mejora hacia mi futuro profesional. Un aspecto que me gusta de mi trabajo es que no es monótono, es variable, me mantiene despierta y siempre me encuentro retos a los que hacer frente. Pero esa actividad, el ritmo alto de trabajo, la responsabilidad, la presión, los retos… que por un lado me motivan, también tienen un lado de sobrecarga que requieren a veces la necesidad de tomarse un respiro. Ese respiro me lo he tomado esta semana la cual la he dedicado a vivir lentamente.
Como la mayoría de los madrileños, yo soy de las que me encanta Madrid pero es tener unos días libres y lo primero que pienso es ¿dónde me voy? Si, nos encanta Madrid pero escapamos en cuanto podemos… En este caso mi primer pensamiento al plantearme las vacaciones fue buscar una escapada pero por un motivo u otro al final decidí quedarme en Madrid. Ahora que han pasado unos días me alegro de haberlo hecho ya que he tenido la oportunidad de disfrutar y saborear momentos que otras veces solo puedo reservar para los fines de semana los cuales a veces son limitados para dedicar tiempo a vivir lentamente.
¿A qué me refiero con vivir lentamente? Una emoción que no me gusta experimentar es tener la sensación que pierdo el tiempo por lo que aún estando de vacaciones soy bastante activa pero eso no quita que me tome las cosas de otra manera y dedique tiempo a “saborear” todo aquello que estoy viviendo en ese momento. Para mí vivir lentamente es no depender de un horario que cumplir para despertarme, aunque me despierto pronto porque no necesito dormir muchas horas para estar descansada me levanto sin despertador, preparo un desayuno rico y dedico el tiempo que me apetece para disfrutarlo (esto para mí es un verdadero placer que me inyecta emociones positivas para todo el día). Vivir lentamente es buscar una exposición en un museo de Madrid, pasear por la ciudad aprovechando que hace solecito y entrar en ese museo un día de diario que no hay aglomeración de gente para disfrutar con los cinco sentidos (en algún momento os he contado mi debilidad por el arte, no soy una experta pero hay artistas cuyas obras me emocionan y me aporta un alto grado de bienestar poder contemplar dichas obras).
Vivir lentamente es ir a buscar a mis sobrinos al colegio y pasar una tarde jugando con ellos, o escoger una buena película y verla sin luchar contra el cansancio de una semana dura así como escoger un buen libro y poder leerlo durante varias horas sin que a la media hora de tenerlo en mis manos esté agotada y tenga que continuar la lectura al día siguiente.
Vivir lentamente es disfrutar de la ciudad donde vivo, recorriendo sus calles y descubriendo nuevos rincones bonitos.
Como veis no son grandes cosas, son experiencias muy sencillas pero hay momentos en los que las cosas más sencillas y saber disfrutar de ellas nos puede generar un alto grado de bienestar. Al fin y al cabo, el tiempo que tenemos es el que es, algo objetivo, pero lo subjetivo del tiempo es lo que hacemos con él y cómo disfrutamos del mismo.
Vivir lentamente en definitiva es sacar mi cabeza de mi rutina diaria y poder oxigenar mis pensamientos. Dedicar tiempo a eso, a pensar en mi vida, en lo que tengo, en lo que me falta y en lo que me sobra en ella y en lo que quiero hacer en mi presente y de cara a mi futuro. De este modo, doy lugar en mi cabeza a lo que creo que realmente importa, seguir disfrutando de mi presente y ver con optimismo mi futuro.
La palabra presente también significa “regalo” y como todo lo que me regalan quiero disfrutarlo, saborearlo y atesorarlo. Así que retomaré mi rutina de nuevo pero el oxígeno que he tomado estos días me ayuda a mantener una actitud optimista en mi día a día, afrontar los retos con entusiasmo y energía y seguir valorando lo que tengo en mi presente para continuar mi camino mejorándolo, sonriendo a la vida que es un verdadero regalo y encontrando momentos felices que compartir con las personas de mi entorno.
Que paséis una feliz semana!

domingo, 6 de noviembre de 2016

Psicología Positiva y Liderazgo

Desde que escogí especialidad de Psicología del Trabajo en mis estudios de Psicología y durante mi trayectoria profesional hasta el momento actual siempre vinculada a Recursos Humanos, el tema del Liderazgo ha sido especialmente recurrente. Existen diferentes teorías, estudios y artículos que tratan este tema desde variados puntos de vista y corrientes de psicología. Todas esas teorías son muy interesantes pero en mi opinión, una de las tareas más difíciles en el ámbito profesional es aquella que conlleva gestionar personas y en esta línea creo firmemente que no todos los líderes son jefes pero todos los jefes deberían ser líderes, esto último, al menos bajo mi experiencia, no siempre se cumple.
 
En Psicología Positiva el Liderazgo es una fortaleza encuadrada en la virtud de justicia junto con fortalezas como trabajo en equipo y equidad. Dentro de la Psicología del Liderazgo existen teorías que defienden el Liderazgo positivo centrado en incentivar el bienestar dentro de las organizaciones. Pero ¿qué características debe cumplir un Líder positivo? A modo de resumen los principales aspectos podrían ser: 
1.    Fomentar relaciones horizontales
 
Un responsable inseguro tiende a evitar la colaboración entre los miembros de su equipo de manera que establece una organización en forma de pirámide para que todas las órdenes y aprobaciones pasen por él. En cambio, un responsable seguro de sí mismo (Liderazgo positivo) y que confía en su equipo, establece una organización en forma de rueda en la que todo confluye en su figura central pero fomenta la relación entre todos sus colaboradores aportando cohesión y sentido de identidad de manera que cuando se consiguen los objetivos todos se sienten partícipes de esos logros.
 
2.    Motivar con objetivos claros
 
Desde mi punto de vista la motivación por desempeñar un trabajo debe nacer en uno mismo pero un buen líder puede alimentar esa motivación en sus colaboradores poniendo objetivos de manera que el equipo entienda claramente la dirección a tomar y qué aporta su esfuerzo y la consecución de esos objetivos dentro de la estrategia de la empresa a la que pertenecen.
 
3.    Compartir el para qué
 
En línea con el punto anterior, un buen líder es capaz de transmitir a sus colaboradores para qué están desempeñando su trabajo, cuál es la razón por la cual deben llegar a ese objetivo. De este modo los integrantes del equipo tienen la oportunidad de encontrar sentido a su trabajo y les aportará mayor satisfacción el desempeño de sus tareas.
Para ilustrar este punto os dejo una parábola:
Nos situamos en la Edad Media en una cantera en la que los picapedreros trabajaban muy duro, están cubiertos de polvo y el esfuerzo que hacen les hace sudar de forma notable. Nos acercamos a uno de ellos:
Le preguntamos: ¿qué haces?
El hombre levanta la mirada y nos responde: pico piedras.
Le insistimos: ¿estás contento con tu trabajo?
A lo que contesta: bueno, no me pagan mal del todo (responde mientras se limpia el sudor de la frente y calcula la faena que le queda para esa jornada).
Nos acercamos a un segundo picapedrero:
Le preguntamos: ¿qué haces?
El hombre levanta la mirada y nos responde: pico piedras para una construcción.
Le insistimos: ¿estás contento con tu trabajo?
A lo que contesta: sí, me pagan por pieza y como trabajo rápido me saco un sobresueldo.
Finalmente nos acercamos a un tercero que parece más animado:
Le preguntamos: ¿qué haces?
El hombre levanta la mirada, orgulloso y sonriendo nos responde: estamos construyendo una catedral!
El entusiasmo que irradia esta tercera persona deja patente su alta involucración en su trabajo.
Cuando sabemos la transcendencia de nuestro trabajo nos podemos involucrar con mayor facilidad en él.
 
4.    Fomentar emociones positivas
La Dra. Bárbara Fedrickson asegura que las emociones positivas contribuyen a que las personas sean más productivas, colaboradoras, resilientes y creativas en su puesto de trabajo. Un líder positivo fomenta esas emociones en su equipo creando un entorno laboral más favorable.
 
Con todo esto, un liderazgo positivo implica desarrollar relaciones saludables en un equipo de personas que dan sentido y significado a su trabajo de manera conjunta. Estos líderes son personas con autoconfianza, coherentes, que conocen las fortalezas de sus colaboradores y saben obtener lo mejor de cada uno de ellos implicándoles en su trabajo.
 
En base a esto la reflexión de la semana es ¿Qué tipo de responsable nos gustaría tener en nuestro trabajo? Y en el caso en que nos enfrentemos a la difícil tarea de gestionar un equipo de personas ¿Qué tipo de liderazgo queremos proyectar hacia nuestros colaboradores?
 
Que paséis una feliz semana!

domingo, 30 de octubre de 2016

Hermanos


Alguna vez os he hablado en este espacio de un refugio que tengo en un pueblo de Toledo, cerca de Madrid. Es un lugar especial porque allí tengo mis raíces, toda mi familia viene de ese lugar y es un sitio donde la vida se respira de un modo diferente. En fines de semana como este, muy cercano al día de Todos los Santos, ese lugar tiene un significado muy especial para mí. En mi familia sigue muy arraigada la tradición del día de Todos los Santos en el que se hace una visita especial al cementerio para recordar a esas personas que siguen siendo muy queridas, siguen estando muy presentes en nuestras vidas pero físicamente ya no podemos disfrutar de ellos desde hace años. 

Este año no estaré el día 1 de noviembre en ese lugar con lo cual ayer adelanté mi visita a ese cementerio que alberga una parte muy importante de mi pasado. A esta visita fui acompañada de mi hermana Ana, mi hermana mayor, y el hecho de acudir con ella a este cementerio hizo que fuera un momento muy especial. Mi hermana Ana es una persona extraordinaria, tiene una fortaleza fuera de lo común, es luchadora, alegre y tiene un corazón enorme. Al ser la mayor no sólo de los tres hermanos que somos nosotros sino también la mayor de todos los primos, en su momento tuvo una carga de responsabilidad extra y quizás esto ha hecho que tenga esa gran fortaleza que la caracteriza. Para mí siempre ha sido un referente, desde bien pequeña observaba sus movimientos, los imitaba y la seguía a todas partes, lo cual para ella debía ser un poco agobiante pero siempre estaba pendiente de que yo estuviera bien. Hemos crecido muy unidas, compartíamos habitación y recuerdo con cariño las noches en las que manteníamos largas conversaciones haciéndonos toda clase de confidencias. 

Ya no compartimos tanto tiempo juntas, nuestras vidas van por caminos diferentes, pero un día como ayer disfrutamos de un momento especial, pasear, hablar y compartir emociones. El contexto de visitar las sepulturas de nuestros abuelos nos llevó a compartir recuerdos de nuestra infancia y adolescencia que las dos guardamos con mucho cariño y que de alguna manera han hecho que seamos hoy las personas que somos. Ambas estamos de acuerdo en la suerte que tuvimos de vivir la infancia muy vinculada a nuestros abuelos, los cuales, los cuatro, nos han dejado muchas anécdotas y aprendizajes que guardamos vivos en nuestro recuerdo. Esos aprendizajes y experiencias siguen vivos en nuestro presente pero acabamos hablando del momento actual que estamos viviendo cada una, nuestras expectativas hacia el futuro,… Compartir todo esto con ella me aportó una sensación de paz muy especial, nos reímos incluso de las situaciones más difíciles que hacemos frente lo cual creo que a ambas nos ayudó a relativizar aspectos de nuestro pasado y presente que son o han sido más complicados.

Sobre esa visita al cementerio hay una reflexión que me quedó como poso y es que de algo tan doloroso como es la muerte y perder seres queridos, con el tiempo, tenemos la posibilidad de mantener vivas en nuestro recuerdos a esas personas que perdemos, valorar las cosas que nos han aportado, ser conscientes de lo importantes que son en nuestro pasado, presente y futuro… y esto se convierte en un bálsamo para afrontar ese dolor por la pérdida.

Como comentaba antes somos tres hermanos así que ya que he nombrado a mi hermana creo que es justo nombrar a mi hermano Nacho, el pequeño de la familia. La suerte de estar en el medio de los tres es que con ambos me llevo los mismos años y eso me ha dado la oportunidad de compartir muchas vivencias con los dos. En el caso de mi hermano, al ser el pequeño era yo quien me sentía con la responsabilidad de cuidar de él y velar porque estuviera bien. Nacho es muy noble, honesto, especialmente sociable, generoso y con un gran sentido del humor (con él siempre acabas sacando el lado bueno de las cosas). Además es de esas personas que tiene siempre una mano tendida para ayudar a quien lo necesite sin necesidad de pedirle ayuda. Para mí ha sido un gran apoyo en los momentos difíciles en los que le he tenido especialmente cerca.

Pero como en todas las relaciones personales la relación que tengo y he tenido con mis hermanos no está libre de conflictos. Creo que con las personas que más he discutido en mi vida es precisamente con ellos, desde diferencias pequeñas de niños hasta grandes diferencias de mayores, grandes discusiones,... Porque la realidad es que nos hemos criado muy unidos pero es sorprendente lo diferentes que somos entre los tres y los diferentes caminos que hemos tomado en la vida.

Con todo esto mi reflexión de la semana es poner en valor las raíces que me sostienen y el entorno más íntimo en el que me apoyo que es especialmente incondicional e importante para mí. De este modo cobra especial sentido un aspecto que en Psicología Positiva se trata con frecuencia y es ser conscientes de los aspectos positivos de nuestro pasado, valorarlos y utilizarlos en nuestro presente fortaleciendo nuestra actitud positiva hacia el futuro.

Que paséis una feliz semana!

domingo, 23 de octubre de 2016

Mantener los cambios


En varias ocasiones dentro de este blog habéis tenido la oportunidad de leer sobre temas como la capacidad de aprendizaje y la gestión de los cambios. Realmente son dos aspectos muy relacionados ya que aprender ciertas cosas en muchas ocasiones deriva en cambios dentro de diferentes aspectos de nuestra vida pero no siempre conseguimos que esos cambios perduren en el tiempo.
Para hablar de conseguir que esos cambios sean permanentes me voy a basar en teorías expuestas por Tal Ben-Shadar, Licenciado en Filosofía y Psicología por la Universidad de Harvard que además es Doctorado en Comportamiento Organizacional. Su trayectoria ha destacado por escribir e impartir conferencias sobre temas relacionados con Psicología Positiva y Liderazgo fundamentalmente.
Tal Ben-Shadar afirma que una constante del ser humano es el aprendizaje pero no siempre aplicamos las lecciones que aprendemos de un modo estable a lo largo del tiempo. En el ámbito empresarial esto se puede ver claramente cuando un grupo de empleados acuden a una formación que les proporciona su empresa, en la cual pueden sentirse entusiasmados, abrir los ojos a nuevas formas de realizar sus tareas y pensar que las lecciones aprendidas pueden ser muy útiles para su día a día. A este fenómeno lo denomina “efecto de la luna de miel” que establece que durante ese curso las personas se emocionan, desean cambiar sus hábitos e incluso perciben realmente cierto aprendizaje. Lo que ocurre a veces es que cuando ese empleado vuelve a su puesto de trabajo, a su día a día, a las prisas y la presión… esas lecciones aprendidas se desvanecen y vuelven a los hábitos de trabajo previos a esa formación sin tener en cuenta esos aspectos que habían aprendido y quizás podrían mejorar su forma de trabajar optimizando sus resultados.
Pero si llevamos esto a nuestra vida cotidiana fuera de nuestra parte esencialmente profesional ¿cuántas veces tenemos claro que queremos cambiar uno u otro aspecto de nuestra vida pero somos incapaces de mantenerlo en el tiempo? Somos conscientes del beneficio que puede provocar ese cambio en nosotros, damos los primeros pasos que refuerzan esa idea porque hace que nos sintamos mejor, pero es cierto que puede resultar complicado mantener esos nuevos hábitos y caemos en la comodidad de vivir en base a nuestros hábitos anteriores. Es muy posible que el primer razonamiento que tengamos es que para mantener esos cambios necesitamos estar dotados de altas dosis de fuerza de voluntad pero no siempre la autodisdiplina y la voluntad es fuerte en nosotros por lo que podemos fracasar.
La teoría de Tal Ben-Shahar se apoya en que un aspecto fundamental para anclar ciertos cambios en nuestra vida es apoyarnos en rutinas y rituales para lograr dicho cambio y además mantenerlo. La mayor parte de nuestros hábitos los tenemos tan interiorizados que no pensamos en ellos antes de realizarlos de manera que la principal tarea es formar los hábitos para que posteriormente sean los hábitos los que nos forman a nosotros y se conviertan en una nueva forma de vida. De este modo, esos cambios que nos generan bienestar se pueden mantener en el tiempo. Una vez que una nueva conducta o una conducta diferente la convertimos en rutina no demanda de nosotros recursos cognitivos por lo que actuamos de esa manera sin pensar que lo estamos haciendo así y que es un comportamiento diferente al anterior.
En la misma línea esta teoría afirma que los cambios progresivos son más fáciles de interiorizar que los cambios bruscos. Pero no siempre es posible llevar a cabo un cambio progresivo sino que debe darse un cambio de un modo más abrupto. En cualquier caso, la mayoría de las ocasiones, cuando nos planteamos un cambio de hábitos en nuestra vida es porque sabemos que ese cambio nos va a generar aspectos positivos o porque nuestros hábitos actuales no nos favorecen, pero si no conseguimos interiorizar esos nuevos hábitos como diferentes rituales y rutinas va a resultar fácil retomar costumbres anteriores que hacíamos casi de forma involuntaria.
En mi experiencia personal, cuando he decidido realizar un cambio en mi vida me he encontrado con situaciones diferentes. A veces me ha resultado fácil adquirir nuevos hábitos e integrarlos en mi forma de vida, a veces no lo he conseguido y otras me ha resultado especialmente complicado. Pero lo que en ningún caso me ha funcionado es, en el momento en que he fracasado, mantener pensamientos negativos sobre que no he sido capaz, que he tenido poca fuerza de voluntad,… al fin y al cabo boicotearme a mí misma. Lo que realmente me ha servido en estos casos es seguir intentándolo, buscar diferentes alternativas y reforzarme yo misma para pensar que puedo conseguirlo y que voy a lograr mayor bienestar por ello. Reconozco que a veces puede resultar más cómodo tirar la toalla pero desde luego no es lo más reconfortante con lo cual hay un proceso de automotivación importante que cada uno, de forma individual, debe trabajar. Pero no nos olvidemos de nuestro entorno más cercano ya que la automotivación es fundamental pero también es importante buscar apoyo externo con amigos, familia,… que nos ayuden a mantenernos firmes y nos sirvan igualmente de motivación para hacer efectivos esos cambios y mantenerlos de manera que se conviertan en nuestro modo habitual de vida. Es importante escoger bien las personas que van a suponer un apoyo porque van a ser parte esencial del proceso y, bajo mi experiencia, este tipo de personas son aquellas que me generan más confianza y son capaces de incentivar mi lado más positivo de manera que me motivan a mejorar. Además, una vez conseguido el objetivo de cambio, tener con quien compartirlo puede resultar una doble fuente de bienestar.
Que paséis una feliz semana!

domingo, 16 de octubre de 2016

El círculo


Me gusta el cine aunque no soy una experta en ello. No tengo un género favorito concreto pero sí es cierto que, en función del momento emocional en el que me encuentre me apetece ver más un tipo de películas que otras. A veces al ver una película busco que me conmueva, otras veces busco encontrarme algo que me transporte a lugares o momentos diferentes, otras en cambio busco una temática que me haga plantearme ciertas cosas y en otros momentos simplemente veo una película para entretenerme.
Este fin de semana he visto la película El círculo. La encontré por casualidad, nadie me había hablado de ella pero al ver el argumento me llenó de curiosidad. Es cierto que me fascina todo lo que tenga que ver con el comportamiento humano y cuando encuentro una película que trata sobre este tema despierta automáticamente mi interés. Y eso me ocurrió con El círculo, película en la que un grupo de personas aparecen sin motivo aparente en una estancia en forma circular. No pueden moverse y cada cierto tiempo alguien muere ejecutado por un dispositivo situado en el centro de ese círculo. Cuando descubren que son ellos mismos quienes deciden quien muere se desencadenan una serie de comportamientos en ellos que van decidiendo el desenlace de los integrantes del grupo. Es una película en cierto modo algo similar a Cube donde se ponen de manifiesto diferentes personalidades debido a la situación límite en la que se encuentran los personajes protagonistas.
No cuento más detalles por si a alguien le entra curiosidad de verla, eso sí, no esperes escenas espectaculares. Lo que predomina en la película es una forma de expresar el espíritu humano, cómo reaccionamos en una situación extrema en la que nuestra vida y la de personas de nuestro entorno pueden estar en juego. Es entonces cuando se ponen de manifiesto cuestiones éticas, prejuicios, miedos… que forman un retrato de las personas y de lo bueno y malo que aflora en ellas en situaciones límite.
Mi reflexión a partir de ver la película me lleva a pensar en el comportamiento humano en situaciones más cotidianas, no tan llevadas al límite en el que decides si mueres tú mismo o muere la persona que tienes al lado. Me refiero a las relaciones que tenemos en nuestra vida profesional, en familia, con amigos o en pareja.
A veces encuentras entornos profesionales en los que prevalecen ambientes hostiles que conllevan comportamientos negativos del ser humano justificados en ocasiones por la propia supervivencia de quien protagoniza esos comportamientos. Existen prejuicios, envidias, conductas agresivas y una competitividad insana que genera ambientes adversos. En cambio hay otros entornos profesionales mucho más saludables en mi opinión, en los que los comportamientos humanos son de colaboración, compañerismo, diálogo y una competitividad saludable que desemboca en unir conocimientos y habilidades para conseguir los objetivos establecidos. Hay personas que necesitan o buscan entornos agresivos para trabajar porque consideran que es donde se sacan mayor partido, reconozco que en mi caso donde mejores resultados he conseguido es cuando me he encontrado trabajando en entornos donde existe tensión, tiempos ajustados, retos complicados pero donde el comportamiento humano que prevalece es positivo.
Lo mismo ocurre con las relaciones de familia, la cual no eliges por lo que a veces se generan situaciones negativas bien por incompatibilidad o por conflictos no resueltos de un modo adecuado que llevan a relaciones complicadas. Entran en juego entonces comportamientos humanos donde cada uno saca lo peor de sí mismo incluso se llega muchas veces al límite en el cual las familias se rompen y dejan de tener relación entre ellos. Para que esto no ocurra es necesaria una alta dosis de tolerancia, empatía y respeto de manera que se asuma que cada integrante de la misma tiene una personalidad concreta y se trabaje en respetarse mutuamente a la vez que se comprenda por todas las partes que cada uno sigue su camino. Con esto, para que la familia siga unida independientemente del camino que tome cada integrante, esa tolerancia y respeto son importantes para mantener relaciones positivas dentro de esa unidad familiar.
En cuanto a las relaciones de pareja o las amistades ocurre algo similar. En este caso, a diferencia de la familia, los amigos y las parejas las elegimos con lo cual debería ser más fácil que las relaciones en estos casos sean positivas y por tanto nuestra conducta también lo sea con respecto a esas personas. Los comportamiento humanos son positivos en estos casos en la medida en la que esa elección es acertada de manera que nos hagan compatibles. Desde mi punto de vista, un indicador de haber elegido bien a un amigo o a una pareja es que esa persona es capaz de sacar lo mejor de nosotros mismos.
Con esto mi reflexión final es que el ser humano tiene comportamientos tanto positivos como negativos, es nuestra esencia. Esas conductas tanto positivas como negativas vienen guiadas en muchas ocasiones por nuestras emociones las cuales son unas u otras muchas veces condicionadas por el entorno en el que nos encontremos o el tipo de personas que se encuentran a nuestro lado. Por esto es importante prestar atención a nuestros comportamientos en los diferentes ámbitos de nuestra vida y hacernos preguntas como ¿esta conducta es propia de mí? ¿Me siento satisfecho con cómo es mi comportamiento? Nuestra conducta, al ser reflejo de nuestras emociones, puede darnos pistas de si el entorno laboral o personal en el que nos encontramos nos genera bienestar.
Dejo aquí una pequeña reseña de la película El círculo por si alguien tiene curiosidad en verla.
Que paséis una feliz semana!

domingo, 9 de octubre de 2016

Quien a buen árbol se arrima...

Seguro que os ha pasado alguna vez que después de estar un rato con una persona determinada, el simple hecho de compartir ese momento hace que sintáis emociones positivas. En cambio, hay otras personas que pasar un rato con ellas supone como si se llevaran parte de vuestra energía. A mí al menos me ocurren ambas situaciones, es por eso que cobra sentido ese refrán que mis abuelos y padres me repetían en mi niñez… “Quien a buen árbol se arrrima buena sombra le cobija”

Hay personas con las que compartir un pedazo de su tiempo me hace sonreír, relativiza mis preocupaciones, aporta valor en mi vida y me genera gran bienestar. Sin embargo hay otras personas que me proporcionan cierto “mal rollo”, me ensombrecen y oscurecen en cierta manera el momento que comparto con ellas. Este segundo grupo de personas se denominan “personas tóxicas”. Sobre este tema se han escrito multitud de libros que apoyan la teoría de la existencia de este tipo de personas y en general coinciden en que, una vez detectadas este tipo de personas lo más conveniente es intentar cortar el vínculo con ellas. No siempre es posible cortar ese vínculo por el tipo de situación o relación que se mantiene con ellas pero el hecho de detectarlas ya es un buen paso.

Algunas características que a lo largo de la literatura se ha puesto de manifiesto que identifican a una persona tóxica son las siguientes:


1. Se muestran especialmente narcisistas, olvidándose de las personas que tienen a su alrededor e intentando alimentar su ego de forma constante. 

2. Su discurso se centra muy concretamente en quejas y pesimismo.

3. De forma constante asumen el rol de víctimas como si todo lo que no va bien en su vida es únicamente responsabilidad de otros.

4. Es muy probable que encuentren muchas excusas para no intentar emprender acciones.

5. En estas personas es posible que se detecte de forma más frecuente de lo normal aspectos como envidia, celos y soberbia. Son aspectos que todos sentimos en diferentes momentos de nuestra vida pero cuando se convierten en sentimientos habituales pueden derivar en comportamientos muy negativos.

6. Las personas tóxicas tienen especial dificultad para vivir en paz y armonía con los demás y su alrededor.

Según el psicólogo Alberto Soler "Mantener la distancia de personas que nos hacen sentir mal es un buen modo de proteger nuestra salud emocional y física”. Esto es por la Ley de contagio emocional. El ser humano es sociable por naturaleza y en gran medida nos contagiamos unos a otros tanto las emociones positivas como las negativas.

Como en todo lo que tiene que ver con personas hay ciertos matices. No considero que en todos los casos que detectemos actitudes como las descritas la respuesta deba ser de evitación. A veces la vida nos pone en situaciones que pueden llevarnos temporalmente a tener este tipo de actitudes por lo que la primera opción desde mi punto de vista, sería seguir escuchando a esa persona e intentar apoyar y si es posible ayudar a que salga de ese momento difícil que está afrontando. Caso diferente es el de las personas en las que este tipo de actitud no es algo puntual por vivencias negativas concretas sino que es su manera de afrontar la vida en general.

Analizando estas características hay una reflexión que no puedo evitar y es ¿actúo o he actuado como persona tóxica para otros en algún momento? La respuesta a ello es que sí y me parece igual de importante tanto identificar esas personas que no me hacen bien como saber cuándo yo me puedo convertir en una de ellas y poder evitarlo. Es por esto que me gusta rodearme de personas positivas, no conformistas, que no vivan en la queja constantemente y sean capaces de aportar soluciones para afrontar sus situaciones adversas. Del mismo modo, en la medida de lo posible, intento adoptar ese tipo de actitud que considero es constructiva tanto para mí como para mi entorno.

Que paséis una feliz semana!

domingo, 2 de octubre de 2016

Aniversario


Una vez más retomo mi escritura en este espacio que después del descanso veraniego vuelvo a rellenar compartiendo experiencias, reflexiones recibidas de personas de mi entorno o simplemente lecturas que me invitan a poner de manifiesto aspectos emocionales con una cierta base en teorías de la Psicología Positiva.
Tal día como hoy, hace un año exactamente, cambiaba mi vida de forma oficial. Digo de forma oficial porque ya había tenido cambios previamente pero un día como hoy físicamente me trasladaba de vivienda, lo cual no se trataba de una simple mudanza, este cambio implicaba una nueva vida para mí. Así que el día de este aniversario no puedo evitar reflexionar sobre las emociones que han ido sucediéndome a lo largo de este año. De lo que se trata en este momento no es de dar detalles personales concretos que no tienen lugar en este espacio sino de compartir y relacionar las emociones más destacadas que he vivido en propia piel y como establezco un vínculo de todo este proceso con aspectos que se tratan en Psicología Positiva.
Los primeros momentos que conllevaron este cambio de vida me inundaban sensaciones de alivio, como si llevara una losa emocional a mi espalda que iba perdiendo peso gracias a que había tomado una decisión que sabía era acertada pero a este sentimiento le acompañaban miedos y una gran sensación de incertidumbre. El miedo es un potente mecanismo de defensa pero es una emoción que en ocasiones nos paraliza e inhibe nuestra conducta. Reconozco que en cierta medida esos miedos siguen presentes pero a lo largo de este año he conseguido ir descubriéndolos, los he reconocido y a algunos de ellos los he podido hacer frente de forma exitosa lo cual es siempre una dosis de autoconfianza para seguir adelante y no dejar que esos miedos me impidan seguir mi camino.
Recuerdo los primeros meses que me sentía fuera de lugar, como si me dejara llevar por las circunstancias sin ejercer ningún tipo de control, como si estuviera completamente a la deriva. Aún así, iba dando pequeños pasos, reconstruyéndome y observando lo que ocurría a mi alrededor. De hecho empecé a sentir que estaba viviendo una vida que me era ajena, como una mera observadora. Tomé consciencia de esa situación y continué avanzando en esa reconstrucción de mí misma y de mi entorno. En este proceso fue clave mi entorno personal, lo que en psicología Positiva se ha denominado tener relaciones auténticas. Esas personas que me conocen, me apoyan, me dicen lo que necesito oír (no lo que quiero oír) y me llenan de energía para no perder el rumbo. De este modo esa vida que en un primer momento me era ajena, finalmente se convirtió en lo que es hoy la vida que conscientemente quiero tener.
Dentro de las teorías de la Psicología Positiva son especialmente importantes los diálogos internos y los mensajes que nos damos a nosotros mismos. En esos momentos resonaba mucho el poema de Benedetti (No te rindas) y especialmente, me repetía mensajes positivos similares a estos versos:
No te rindas, aun estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
 
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
 
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aun hay fuego en tu alma,
aun hay vida en tus sueños,...
 
De alguna manera experimentaba dolor por haberme sentido dañada y también me sentía culpable por haber tomado decisiones que en un momento dado habrían dañado a terceras personas y esto realmente me atormentaba. Pero fue clave el momento de tomar consciencia de ello y llevar un proceso de perdonarme a mí misma y perdonar a los que me habían dañado. En Psicología Positiva este tema se trata en diversas ocasiones, ser capaz de perdonar de forma sincera aporta una gran cantidad de bienestar y con el tiempo lo pude experimentar.
Pasaba el tiempo y seguía dando pasos en mi reconstrucción. No todos los pasos los daba de forma consciente pero si hubo un momento en que me dí cuenta que el mero hecho de dejar pasar el tiempo no era suficiente (sobre ese tema ya hablé en su momento). El tiempo es importante para ir poniendo ciertas cosas en su lugar pero lo que realmente ayuda es lo que hagas durante ese tiempo.
En todo este proceso hay algo que se ha mantenido y creo que ha sido también especialmente importante y es que he mantenido cierta coherencia entre mis valores y mis acciones. He tenido momentos de plantearme hasta esos valores e incluso reformularlos pero el hecho de que para mí lo que hago y lo que siento tengan coherencia es especialmente importante para no “desviarme” de mi camino. Lo cierto es que los primeros cambios que experimenté en este proceso fueron externos como lo fue el cambio de casa y más lentamente fui cambiando mi interior, mis pensamientos, mis emociones,… hasta llegar a una cierta estabilidad interna que me hizo sentir más fuerte y con más energía.
Creo que las fortalezas que más he podido poner en práctica durante este tiempo es el deseo de aprender, esperanza y optimismo. Cada experiencia que vivo la afronto como una oportunidad de aprender y este año especialmente considero que he aprendido mucho. Por otro lado, hasta en los momentos más bajos emocionalmente he mantenido la esperanza de que todo era para mejor y me he sentido especialmente optimista con cada situación que he ido afrontando (unas veces más que otras eso es cierto). Esto ha sido un motor para seguir avanzando y no dejar que ciertas “sombras” oscurecieran lo que estaba viviendo.
Este es mi balance de todo un año, reducido bastante pero creo que a nivel emocional es lo más destacado. Ahora que ya tengo cierta perspectiva de lo vivido me reafirmo en lo que escribo cada domingo en este espacio: la felicidad no es un fin sino que es un camino, podemos obtener bienestar de muchas maneras incluso encontrándonos en un proceso adverso,… y lo más importante, que la vida tiene momentos muy amargos que hacer frente pero el ser humano tiene una gran capacidad de sobreponerse, salir adelante y seguir disfrutando de momentos bonitos mientras tenga intención de continuar respirando la vida.
Que paséis una feliz semana!