domingo, 7 de febrero de 2016

La influencia del mensaje

El japonés Masaru Emoto, se hizo popular por afirmar que el agua es capaz de percibir y almacenar la energía positiva o negativa que se proyecta sobre ella de manera que si se le llega energía positiva las vibraciones de esa energía hacen que el agua cristalice de forma armónica. Sin embargo, si se proyecta energía negativa sobre ese agua las formas en las que cristaliza es, digamos, más fea. En definitiva, lo que nos viene a decir Emoto es que los pensamientos humanos y las emociones pueden alterar la estructura molecular del agua.

Para confirmar su teoría Masaru realizó pruebas comparando muestras de agua en las que en algunos casos les asociaba palabras positivas o música optimista y en otros casos les asociaba palabras negativas o música más agresiva. Así dedujo que cuando orientas esa energía positiva el agua al que lo diriges cristaliza al congelarse adoptando formas más “bonitas” que el agua sometido a energía  negativa. Una vez afirmado esto lo que se deduce es que el ser humano es en un alto porcentaje agua por lo que los mensajes optimistas conseguirán armonía y un efecto positivo sobre nosotros.

Lo que más destacó este autor japonés es que cuando en un vidrio con agua escribía palabras como “amor” y “gracias” la cristalización era más armónica que con palabras como “te odio”.

Reconozco que la historia me resulta curiosa pero por más que he buscado información más allá no he encontrado nada que contraste estos planteamientos ni evidencias científicas de esta influencia sobre el agua aparte de las afirmaciones del autor. Sí he encontrado afirmaciones que creen en ello y personas más escépticas en cuanto al fundamento de este hecho. En mi caso soy más de las escépticas pero la conclusión sobre el efecto que tienen los mensajes en el ser humano me parece muy acertada.

El efecto que tiene en nosotros las palabras que recibimos o las que nos decimos a nosotros mismos es muy potente. Si estamos recibiendo constantes mensajes negativos, ya sean externos o nuestras propias palabras y pensamientos, estamos provocando una mayor probabilidad de tener dificultad para ver algo bueno de las situaciones que vivimos. Parece ser que hay palabras que nos generan una mayor energía positiva como puede ser “gracias”, “hazlo”, “sonríe”,…

Hasta aquí creo que estaremos de acuerdo, que si nos decimos cosas buenas, si escuchamos mensajes positivos,… nuestro bienestar puede mejorar más fácilmente que si estamos sometidos a mensajes negativos. Pero ¿qué hacemos cuando no podemos evitar ciertos mensajes negativos? No creo que la solución sea ignorarlo ya que no suele ser tarea fácil.

El punto de partida es ser conscientes que una persona concreta nos está proyectando mensajes negativos de forma constante (es posible que esa persona seamos nosotros mismos con nuestros diálogos internos). No podemos mantener un cariz optimista 24 horas y es normal que tengamos momentos en los cuales necesitamos comentar o pensar en negativo, lo importante del asunto es que no sea algo que se enquiste de manera que impida ir más allá. Pues bien, cuando detectas ese tipo de mensaje negativo que se repite y que de algún modo se está encapsulando, debemos analizarlo. Si te detienes a saber el porqué de ese mensaje y el efecto que te está provocando es más fácil asumirlo de forma consciente y convertirlo en algo a mejorar. Esto no significa que lo traslades a algo positivo ya que no siempre será posible pero sí que lo utilices en tu propio beneficio en función de lo limitante que pueda llegar a ser.

Creo que efectivamente es muy bueno darnos mensajes positivos que nos darán mayor energía pero, desde un punto de vista más realista y no tan ilusorio, también es útil saber manejar los mensajes negativos, utilizarlos y no evitarlos ya que la evitación no es más que postergar el efecto negativo a un tiempo futuro. Así que aprendamos a saber cuándo y cómo aportarnos mensajes positivos y manejemos aquello que nos provoque un efecto menos bueno.


Que paséis una feliz semana!

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