domingo, 10 de enero de 2016

Ilusión


Reconozco que siempre he sido soñadora, habitualmente sueño despierta, me encierro en una burbuja creada por mí misma y recreo mundos en los que me gustaría vivir. Si bien es cierto que ese espíritu soñador lo mantengo actualmente también soy consciente que según avanzo en mi vida esos sueños, esos mundos, son más realistas y coherentes con los aspectos que quiero mejorar de la realidad que me rodea. Es por esto que la ilusión es una constante en mi vida.

Una característica asombrosa del ser humano es que, de manera general, tiene la capacidad de distorsionar la realidad en positivo confiando en un futuro mejor que el presente y tendiendo a seleccionar en nuestra memoria los aspectos más positivos que hayamos vivido.

Las personas nos ilusionamos con las cosas que nos ocurren y con las que deseamos que se hagan realidad y mantener viva la ilusión es una herramienta fundamental para obtener bienestar en nuestro día a día. Desde mi punto de vista lo más importante es que esa ilusión no sea un conjunto de fantasías inalcanzables sino que se alimente de  objetivos y propósitos acordes con nuestros deseos pero sin perder cierto contacto con la realidad. De este modo la ilusión se convierte en la esperanza de que aquello que deseamos termine sucediendo y actúa como motor para ayudarnos a luchar y esforzarnos por aquello que queremos lograr.

Estas ilusiones positivas se refieren a tres aspectos de la vida:

·         Valoraciones positivas sobre uno mismo, pensar en nuestras capacidades como óptimas para hacer posible nuestros sueños.

·         Creencias sobre el grado de control del entorno, es decir, confiar en poder manejar las condiciones ambientales que nos rodean en nuestro beneficio.

·         Expectativas sobre el futuro, esperar que lo que está por venir alberga experiencias positivas.

Con este repertorio nos impulsamos a perseverar en situaciones difíciles, no rendirnos, superar frustraciones, generar energía y entusiasmo para lograr aquello que nos hace más felices. En este punto no nos olvidemos de disfrutar de ese camino que nos aporta a veces sabores amargos pero también vivencias positivas que nos hacen crecer y evolucionar, lo cual siempre es una gran fuente de bienestar.

Cuando perdemos la capacidad de ilusionarnos generamos problemas de adaptación y tenemos más probabilidad de entrar en cuadros depresivos ya que perder la ilusión implica perder ganas de hacer cosas, afrontar nuevos retos y de alguna manera perdemos las ganas de vivir. Mi vivencia personal a este respecto es que cuando me he encontrado en este tipo de situación me he sentido apática, con menos energía, sin ganas de afrontar nuevos retos… al fin y al cabo, me he sentido desilusionada. Para mí ha sido importante primero ser consciente de cómo me sentía, a veces entramos en una inercia de “sobrevivir” el día a día que no nos deja darnos cuenta de esa falta de ilusión. Una vez que he sido consciente de ello la segunda parte es detectar cuál es el foco de esa desilusión y finalmente entrar en un proceso de transformación, de encontrar nuevos propósitos que me ilusionen. Todo esto a veces es un proceso más largo y otras veces menos pero siempre es un tiempo de catarsis y nunca es fácil. A partir de ahí entra la acción, dar pequeños o grandes cambios, enfocar y reorientar propósitos y objetivos y lo más importante… mantener el rumbo sin dejar de actuar. De este modo las ilusiones, los sueños y los objetivos se van convirtiendo en una realidad.

El comienzo de un nuevo año es un buen momento para renovar ilusiones y marcarse nuevos objetivos pero que no se queden solo en buenos propósitos… hay que trabajar para conseguirlo! Así que te invito a soñar, a detectar aquello que menos te gusta de tu vida y evaluar de forma realista cómo puedes cambiarlo para, efectivamente, renovar ilusiones y tener energía suficiente para no dejar que los obstáculos que te encuentres hagan que dejes de buscar mejorar tu vida.
Que paséis una feliz semana!

No hay comentarios:

Publicar un comentario