El pasado viernes 20 de noviembre fue el día del
niño. Tanto los niños como los ancianos me despiertan sentimientos de gran
ternura, los primeros por su transparencia y espontaneidad y los segundos por
la sabiduría que albergan tras cada palabra que pronuncian. Pero el motivo de
lo que escribo hoy son los niños.
La
Convención sobre los Derechos del Niño, establece una serie de derechos de los
niños, incluidos los relativos a la vida, a la salud, a la educación y a jugar,
así como el derecho a la vida familiar, a estar protegidos de la violencia, a
no ser discriminados y a que se escuchen sus opiniones.
Los
niños necesitan desarrollar durante su infancia determinadas cualidades como el
optimismo, su disposición al juego, la confianza en sí mismos, la fuerza de
voluntad, la solidaridad y la creatividad entre otras. Si tienen la oportunidad
de desarrollar estas cualidades aumentará la probabilidad de que se conviertan
en adultos felices.
Actualmente
mi relación más cercana con niños es la que tengo con mis dos sobrinos Inés de
tres años y Javier de 5. Concretamente este fin de semana he tenido la
oportunidad de dedicarles mucho tiempo y ha sido todo un regalo. Aun siendo tan
pequeños me enseñan muchas cosas, me hacen reír, me ayudan a relativizar mi
realidad y me invitan a jugar. El juego es una herramienta vital para el
desarrollo de los niños que a veces los adultos olvidamos la importancia que
tiene. A través del juego creamos nuevas posibles realidades, soñamos,
fortalecemos nuestros valores y todo ello en un marco de improvisación y
espontaneidad. Esa espontaneidad que como adultos reprimimos en nuestro día a
día. Como no paso tanto tiempo con ellos percibo que les doy un cariño que me
devuelven tres veces mayor y me impresionan los momentos en los que les
descubro algo y me miran como si fuera lo más maravilloso que les ha pasado
nunca, eso no tiene precio.
Ellos
están teniendo una infancia muy feliz y espero que cuando lleguen a adultos lo
valoren y no olviden la importancia de todo lo que están viviendo. En ningún
lugar del mundo los niños deberían dejar de ser niños y todos tienen el derecho
a vivir una infancia plena que les prepare para su edad adulta. Para ello los
adultos tenemos la obligación de defender dicho derecho, cada uno como pueda
hacerlo.
Que
paséis una feliz semana!
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