El 1 de Noviembre siempre es un día en el que se nos vienen, de un modo mas intenso, los recuerdos de aquellas personas que formaron parte de nuestras vidas pero que ya no están con nosotros físicamente, aunque les mantenemos vivos en nuestro recuerdo.
En
mi familia se sigue manteniendo la tradición de, unos días antes
del día de Todos los santos, ir al cementerio a hacer una “puesta
a punto” de las sepulturas. Se limpian a conciencia, se retiran las
flores secas y se las sustituyen por otras. En este ritual coincides
con otras familias que están haciendo lo propio con las sepulturas
de sus seres queridos. No puedes evitar recordar a estas personas mas
intensamente que el resto del año e incluso emocionarte por el vacío
que te dejaron.
Siguiendo
con la tradición con la que he crecido de este día, el mismo 1 de
Noviembre el cementerio está bien engalanado, lleno de gente que
acude durante todo el día a visitar a estas personas ausentes y se
respira un ambiente lleno de emociones pero lo mejor de todo es que,
al menos yo, no lo percibo como un día triste. Es mas bien un día
de recuerdos y de valorar las personas que tenemos con nosotros
sabiendo que algún día nos faltarán o les faltaremos a ellos.
Cuando
fallece alguien que quiero no puedo dejar de pensar que no he
aprovechado todo el tiempo que me gustaría con esa persona, que se
nos han quedado cosas pendientes... aunque también sé que con
ciertas personas necesitaría mas de una vida para llegar a pensar
que he cubierto todo lo que necesitaba de ellas, con algunas personas
ni cien vidas serían suficientes.
Hay
un ejercicio que podemos hacer para “saldar” ciertas cuentas
pendientes con esas personas que ya no tenemos con nosotros. Es un
ejercicio emocionante que nos puede ayudar a aumentar nuestro
bienestar.
Este
ejercicio consiste en escoger una persona significativa en nuestra
vida que haya sido importante en nuestro pasado, que haya marcado una
diferencia positiva en nuestras vidas y a la que nunca le hayamos
expresado nuestro agradecimiento. Escribe una página con todo
aquello por lo que estés agradecido y con todo aquello que le quieras
transmitir. Este ejercicio no puede hacerse en cinco minutos, le
dedicaremos el tiempo que necesitemos.
Si
la persona a la que va dirigida ha fallecido o ya no estás en
contacto con ella y no se la puedes leer personalmente, una vez que la
hayas terminado de escribir guárdala por unos días, no la vuelvas a
leer hasta escoger un momento y un lugar significativos. Una vez que
estás en ese momento y lugar lee la carta con sentimiento como si
esa persona estuviera justo delante de ti. Libera todas las emociones
que surjan en ese momento. Por último dejaremos la carta en un lugar
que pueda significar algo importante para ambos.
Si la persona a la que
va dirigida la carta sigue en tu entorno intenta organizar un
encuentro con ella en el momento que consideres oportuno para leerle
la carta, con sentimiento, entonación, transmitiendo las emociones
que contiene tu mensaje. Esperaremos pacientemente su respuesta y
charlaremos sobre ese momento. Por último le regalaremos la carta.
Se trata de una
experiencia muy emocional y catárquica, muchas personas terminan
fundidas en un abrazo o incluso llorando de emoción. La emoción es
una característica de la personalidad que se relaciona intensamente
con la satisfacción vital, y cultivarla mejorará nuestro estado
subjetivo de felicidad.
Que paséis una feliz semana!
Me he emocionado solo pensando en escribir esa carta y leerla... así que tiene que ser difícil hacerlo sin un un nudo en la garganta como mínimo. Nos cuesta mucho expresar verbalmente lo bueno que sentimos hacia otras personas. Sin embargo parece que nos cuesta menos decir cuando estamos enfadados... qué cosas... Habrá que intentar mejorar esto. Por cierto... QUE TE QUIERO MUCHO, HERMANITA.
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