Esta semana vengo dando vueltas al tema de cómo gestionamos los conflictos
que nos encontramos así que hoy comparto mi reflexión al respecto. Como hago
siempre, no pretendo dar una receta para resolver conflictos ya que si la
tuviera muchas veces mi vida sería más fácil pero sí pretendo simplemente
compartir aquello que se me pasa por la cabeza cuando vivo un conflicto en
propia piel o lo observo en otros.
En líneas generales podemos experimentar tanto conflictos internos con
nosotros mismos como conflictos externos. No sabría decir cuál de los dos me
resulta más fácil o más complejo de afrontar y resolver. Cuando se trata de
conflictos internos suelen ser dualidades con las que nos encontramos a la hora
de tomar decisiones, de afrontar una situación concreta… donde puede ocurrir
que racional y emocionalmente aparezcan elementos contrapuestos que nos impiden
tener una orientación clara por la que decidirnos.
Hoy me voy a centrar en los conflictos que tenemos con otras personas, ya
sea en nuestra vida personal o profesional, que no suelen ser pocos y en
ocasiones son difíciles de resolver. En ocasiones nos encontramos conflictos
que son fácilmente resueltos pero otras veces no es tan sencillo y es entonces
cuando brotan en nosotros emociones como ira, frustración, impotencia…
emociones negativas que si se mantienen en el tiempo hacen mella en nuestro día
a día minando nuestra motivación, energía e ilusión. Además, un conflicto no
resuelto en un momento dado puede ser motivo a futuro de un problema mayor
cuando una situación similar se lleve a cabo. Por ejemplo, en una relación de
pareja, cuando existe un conflicto y, ante la dificultad de resolverlo por
ambas partes se decide dejarlo pasar… al tiempo, de un modo u otro, puede haber
un detonante que reviva de nuevo esa situación y entren en juego reproches
sobre algo que quizás ya sea tarde para darle solución. Esto es un ejemplo de
nuestra vida personal pero en el ámbito profesional nos podemos encontrar
igualmente varios ejemplos.
En cualquier caso, ya sea en ámbito personal como profesional, lo que
quizás tienen en común los conflictos es que se dan en muchas ocasiones por una
incompatibilidad de conductas, percepciones, objetivos y afectos entre dos o
más personas. La buena noticia es que atravesar conflictos puede convertirse en
una oportunidad de seguir desarrollando nuestras habilidades a lo largo de las
etapas de nuestra vida. No se trata de ir buscando conflictos pero si los encontramos
es bueno ser conscientes que nos pueden aportar algo positivo.
Si reflexionamos de forma objetiva podríamos decir que hay ciertas
habilidades que nos pueden ayudar a resolver conflictos:
1.
Habilidad
de identificar y profundizar en nuestras emociones cuando nos
encontramos con un conflicto. Creo que es esencial saber cómo nos hace sentir
una situación concreta para afrontarla y utilizarlo como punto de partida para
resolverlo. A veces nos encontramos conflictos que realmente no nos afectan o
no nos suponen un desgaste emocional importante pero si nos encontramos con un
conflicto que emocionalmente nos está suponiendo un problema importante es un
buen indicador de que necesitamos poner mucha energía en resolverlo.
2.
Habilidad
para escuchar y observar. No sé si lo segundo es casi más importante que
lo primero. A veces las palabras dicen una cosa pero nuestro lenguaje corporal
aporta un discurso diferente y es importante que seamos capaces de evaluar en
el otro ese discurso que, desde mi punto de vista a veces aporta más
información que la palabra ya que es más inconsciente. Lo mismo ocurre con
nosotros mismos, a veces decimos ciertas cosas pero si nos observamos podemos
identificar claramente que el mensaje que realmente queremos trasladar, de
forma inconsciente, lo estamos aportando de un modo más claro con nuestros
gestos o nuestra actitud.
3.
Habilidad
para analizar la situación y aportar soluciones. No es nada fácil ya que
normalmente cuando tenemos un conflicto esas emociones que se desencadenan como
ira, frustración,… pueden nublar nuestra objetividad y capacidad de análisis
pero si conseguimos abstraernos de esas emociones puede ser muy productivo y
darnos la posibilidad de aportar soluciones, opciones a valorar entre ambas
partes que nos acerquen posiciones y conseguir una solución con la que las
personas implicadas en el conflicto se sientan cómodas.
Podríamos seguir enumerando habilidades pero por mi parte dejo estas como
las más destacadas para incidir en un aspecto que creo es fundamental para
resolver conflictos: la empatía. En realidad
la empatía me parece que es algo vital en el ser humano y a veces percibo que
no se le otorga la suficiente importancia o que somos incapaces de ponerla en
práctica. Concretamente en el tema que nos ocupa, tener la capacidad de
ponernos en el lugar del otro es un gran avance para poder resolver un
conflicto. En este punto hay un aspecto que nos impide muchas veces ser
empáticos y es nuestro orgullo. El
orgullo es algo positivo desde mi punto de vista ya que es una fuente de
autoestima y confianza lo cual siempre es útil y provechoso. Pero si el orgullo
lo llevamos al extremo puede convertirse en soberbia, lo cual tiene dos
vertientes negativas: se nos percibe como una persona que se considera superior
al otro y nos cerramos en banda a abrir la posibilidad de en un momento dado “ceder”
ante ciertas cosas para conseguir resolver un conflicto. Por lo tanto, no dejar
que minen nuestro orgullo por supuesto que es importante pero igualmente
importante me parece que cada uno debe calibrar ese orgullo para, en un momento
dado, no dejar de tender la mano a solucionar un conflicto determinado si la
causa o la persona lo merece.
Ahora bien, una vez que nosotros mismos hacemos esta introspección,
escuchamos, observamos, damos opciones, nos ponemos en el lugar del otro… ¿qué
nos falta? Nos falta que la otra parte esté en el mismo punto, que también haya
hecho dicha introspección y entonces haya un punto de partida para la solución
conjunta. Por esta razón es difícil a veces resolver conflictos, ya que nos
puede ocurrir que hagamos todo este trabajo interno pero que nos encontremos
con un muro difícil de derribar. Es entonces cuando creo importante trabajar en
cómo gestionar nuestras emociones de frustración, ira, impotencia… que la
situación nos genere mientras sigamos trabajando igualmente en derribar dicho
muro.
El hecho de enfrentarnos a conflictos e intentar resolverlos de un modo
adecuado podemos convertirlo en incentivo para nuestro crecimiento personal.
Nuestro bienestar no depende de que nos surjan más o menos conflictos sino de
la forma en que los percibimos y cómo nos enfrentamos a ellos.
Que paséis una feliz semana!
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