domingo, 5 de febrero de 2017

Conflictos


Esta semana vengo dando vueltas al tema de cómo gestionamos los conflictos que nos encontramos así que hoy comparto mi reflexión al respecto. Como hago siempre, no pretendo dar una receta para resolver conflictos ya que si la tuviera muchas veces mi vida sería más fácil pero sí pretendo simplemente compartir aquello que se me pasa por la cabeza cuando vivo un conflicto en propia piel o lo observo en otros.

En líneas generales podemos experimentar tanto conflictos internos con nosotros mismos como conflictos externos. No sabría decir cuál de los dos me resulta más fácil o más complejo de afrontar y resolver. Cuando se trata de conflictos internos suelen ser dualidades con las que nos encontramos a la hora de tomar decisiones, de afrontar una situación concreta… donde puede ocurrir que racional y emocionalmente aparezcan elementos contrapuestos que nos impiden tener una orientación clara por la que decidirnos.

Hoy me voy a centrar en los conflictos que tenemos con otras personas, ya sea en nuestra vida personal o profesional, que no suelen ser pocos y en ocasiones son difíciles de resolver. En ocasiones nos encontramos conflictos que son fácilmente resueltos pero otras veces no es tan sencillo y es entonces cuando brotan en nosotros emociones como ira, frustración, impotencia… emociones negativas que si se mantienen en el tiempo hacen mella en nuestro día a día minando nuestra motivación, energía e ilusión. Además, un conflicto no resuelto en un momento dado puede ser motivo a futuro de un problema mayor cuando una situación similar se lleve a cabo. Por ejemplo, en una relación de pareja, cuando existe un conflicto y, ante la dificultad de resolverlo por ambas partes se decide dejarlo pasar… al tiempo, de un modo u otro, puede haber un detonante que reviva de nuevo esa situación y entren en juego reproches sobre algo que quizás ya sea tarde para darle solución. Esto es un ejemplo de nuestra vida personal pero en el ámbito profesional nos podemos encontrar igualmente varios ejemplos.

En cualquier caso, ya sea en ámbito personal como profesional, lo que quizás tienen en común los conflictos es que se dan en muchas ocasiones por una incompatibilidad de conductas, percepciones, objetivos y afectos entre dos o más personas. La buena noticia es que atravesar conflictos puede convertirse en una oportunidad de seguir desarrollando nuestras habilidades a lo largo de las etapas de nuestra vida. No se trata de ir buscando conflictos pero si los encontramos es bueno ser conscientes que nos pueden aportar algo positivo.

Si reflexionamos de forma objetiva podríamos decir que hay ciertas habilidades que nos pueden ayudar a resolver conflictos:

1.   Habilidad de identificar y profundizar en nuestras emociones cuando nos encontramos con un conflicto. Creo que es esencial saber cómo nos hace sentir una situación concreta para afrontarla y utilizarlo como punto de partida para resolverlo. A veces nos encontramos conflictos que realmente no nos afectan o no nos suponen un desgaste emocional importante pero si nos encontramos con un conflicto que emocionalmente nos está suponiendo un problema importante es un buen indicador de que necesitamos poner mucha energía en resolverlo.

2.   Habilidad para escuchar y observar. No sé si lo segundo es casi más importante que lo primero. A veces las palabras dicen una cosa pero nuestro lenguaje corporal aporta un discurso diferente y es importante que seamos capaces de evaluar en el otro ese discurso que, desde mi punto de vista a veces aporta más información que la palabra ya que es más inconsciente. Lo mismo ocurre con nosotros mismos, a veces decimos ciertas cosas pero si nos observamos podemos identificar claramente que el mensaje que realmente queremos trasladar, de forma inconsciente, lo estamos aportando de un modo más claro con nuestros gestos o nuestra actitud.

3.   Habilidad para analizar la situación y aportar soluciones. No es nada fácil ya que normalmente cuando tenemos un conflicto esas emociones que se desencadenan como ira, frustración,… pueden nublar nuestra objetividad y capacidad de análisis pero si conseguimos abstraernos de esas emociones puede ser muy productivo y darnos la posibilidad de aportar soluciones, opciones a valorar entre ambas partes que nos acerquen posiciones y conseguir una solución con la que las personas implicadas en el conflicto se sientan cómodas.

Podríamos seguir enumerando habilidades pero por mi parte dejo estas como las más destacadas para incidir en un aspecto que creo es fundamental para resolver conflictos: la empatía. En realidad la empatía me parece que es algo vital en el ser humano y a veces percibo que no se le otorga la suficiente importancia o que somos incapaces de ponerla en práctica. Concretamente en el tema que nos ocupa, tener la capacidad de ponernos en el lugar del otro es un gran avance para poder resolver un conflicto. En este punto hay un aspecto que nos impide muchas veces ser empáticos y es nuestro orgullo. El orgullo es algo positivo desde mi punto de vista ya que es una fuente de autoestima y confianza lo cual siempre es útil y provechoso. Pero si el orgullo lo llevamos al extremo puede convertirse en soberbia, lo cual tiene dos vertientes negativas: se nos percibe como una persona que se considera superior al otro y nos cerramos en banda a abrir la posibilidad de en un momento dado “ceder” ante ciertas cosas para conseguir resolver un conflicto. Por lo tanto, no dejar que minen nuestro orgullo por supuesto que es importante pero igualmente importante me parece que cada uno debe calibrar ese orgullo para, en un momento dado, no dejar de tender la mano a solucionar un conflicto determinado si la causa o la persona lo merece.

Ahora bien, una vez que nosotros mismos hacemos esta introspección, escuchamos, observamos, damos opciones, nos ponemos en el lugar del otro… ¿qué nos falta? Nos falta que la otra parte esté en el mismo punto, que también haya hecho dicha introspección y entonces haya un punto de partida para la solución conjunta. Por esta razón es difícil a veces resolver conflictos, ya que nos puede ocurrir que hagamos todo este trabajo interno pero que nos encontremos con un muro difícil de derribar. Es entonces cuando creo importante trabajar en cómo gestionar nuestras emociones de frustración, ira, impotencia… que la situación nos genere mientras sigamos trabajando igualmente en derribar dicho muro.

El hecho de enfrentarnos a conflictos e intentar resolverlos de un modo adecuado podemos convertirlo en incentivo para nuestro crecimiento personal. Nuestro bienestar no depende de que nos surjan más o menos conflictos sino de la forma en que los percibimos y cómo nos enfrentamos a ellos.

Que paséis una feliz semana!

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