Nos encontramos en la vida con muchas personas, algunas de ellas tenemos la
oportunidad de conocerlas en profundidad porque mantenemos nuestra relación con
el paso del tiempo y compartimos parte de nuestras vidas con ellas. ¿Alguna vez
habéis tenido la sensación que parece que nunca termináis de conocer a alguien
del todo? Esto sucede porque estamos en constante cambio y por mucho que
conozcamos a alguien siempre puede sorprendernos. Pero hay una persona que es
una constante en nuestra vida y que conocemos desde que tenemos uso de razón,
nosotros mismos. Tendemos a pensar que tenemos un conocimiento absoluto de
nosotros mismos pero, al estar en constante cambio, esta labor de
autoconocimiento puede alargarse toda la vida.
Del mismo modo que nos interesamos en conocer a personas de nuestro entorno
podríamos poner interés de forma consciente en conocernos a nosotros mismos
pero en este caso quizás no ponemos tanto el foco porque damos por hecho dicho
autoconocimiento. Dicho autoconocimiento implica que sabemos cómo somos, qué
sentimos y con qué capacidades contamos para desenvolvernos en la vida. En este
punto cobra especial importancia entender quiénes somos, saber identificar
nuestras emociones, nuestras capacidades así como nuestras limitaciones y
actuar de un modo que nos resulte coherente a nosotros mismos. Si partimos de
este conocimiento sobre nosotros mismos tenemos más posibilidad de tener éxito
en los objetivos que nos planteemos y nuestra relación con los demás ya que
contamos con mayor dominio de nuestras emociones y de cómo adaptarlas a las
circunstancias que nos encontremos.
Hay personas en mi vida a las que conozco desde hace muchos años, con
quienes he vivido experiencias diferentes, de las que podría decir que conozco
perfectamente… aún así, en ocasiones, no dejan de sorprenderme y me fascina
descubrir aspectos diferentes de esas personas haciéndome consciente que van
cambiando a lo largo de la vida y que compartan esos cambios conmigo es
gratificante. En estos casos lo vivo como algo positivo, considero que esos
cambios vienen dados por las vivencias de cada uno y su adaptación a las
mismas. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando me doy cuenta que yo he cambiado?
A lo largo de la vida pasamos por experiencias buenas y menos positivas y
estas van generando cambios en nuestras emociones y conductas. Lo que ocurre es
que normalmente la vida es un continuo, puede haber puntos de inflexión
importantes pero, en general, nos suceden cosas que vamos afrontando sin ser
conscientes del cambio que dichas experiencias están ejerciendo en nuestras
ideas, ilusiones, emociones y conductas. De este modo, puede ocurrir que un día
nos sorprendamos a nosotros mismos por algo que sentimos en un momento dado,
por una conducta que realizamos, por una emoción que brota en nosotros,… que
hasta el momento no considerábamos propia.
Bajo mi experiencia tengo que reconocer que cuando me he visto en este
punto de autodescubrimiento me he sentido algo desconcertada. Tiendo a pensar
que me conozco bastante bien a mí misma, soy bastante previsible para mí, sé lo
que me emociona, lo que me irrita y aquello que me hace estar bien así como lo
que me disgusta. Aún así, a veces me sorprendo sintiendo según qué cosas y
teniendo ciertas conductas que en otro momento de mi vida creo que no se
hubieran dado en mí. Es en ese momento cuando siento cierto desconcierto, como
si me sintiera otra persona, lo cual me hace pensar entonces que no soy tan
previsible para mí misma y me genera ciertos sentimientos de incertidumbre. A
veces estas nuevas conductas y emociones se dan porque las situaciones a las
que me enfrento son diferentes lo cual es bastante fácil de comprender pero
puede ocurrir que ante una situación similar a otra que he vivido en el pasado
me encuentro afrontándola de un modo completamente diferente. Es entonces
cuando soy consciente que algo ha cambiado, lo cual no es negativo pero sí de
alguna manera me “descoloca”. La incertidumbre viene dada porque es importante
para mí en mi vida la coherencia y consistencia y cuando redescubro un nuevo
aspecto de mí misma es como si algo no fuera realmente coherente. En este punto
empieza una reconstrucción sobre mí misma, reflexiones, búsqueda del por qué me
siento de un modo u otro o actúo de una forma determinada… para al final llegar
a la conclusión que efectivamente algo ha cambiado en mí, no sé cuándo, a veces
no llego a descubrir por qué se ha dado ese cambio… Pero tras ese proceso
interno es cierto que acabo sacando como positivo que efectivamente sigo
cambiando y sigo redescubriéndome lo cual no deja de ser un aspecto realmente
fascinante del ser humano, su capacidad de adaptarse, de intentar mejorar y
afrontar la vida de diferentes maneras en función de las circunstancias que lo
rodean.
Como reflexión de todo esto, el autoconocimiento es una parte importante de
la autoestima ya que si nos conocemos a nosotros mismos seremos capaces de
entendernos mejor y, por ende, saber aportarnos valor ya que si no nos
conocemos bien a nosotros mismos podemos caer en contradicciones que no
entendemos que se derivan en cierto sentimiento de no saber cómo afrontar
ciertas situaciones y esto puede hacer caer nuestra autoestima. Así que no
dejar de interesarnos por nosotros mismos y seguir conociendo cómo
evolucionamos puede ser una fuente de nuestro propio bienestar.
Que paséis una feliz semana!
El autoconocimiento se topa con una barrera: la falta de perspectiva... y sólo la podemos salvar a veces con el tiempo... para cuando podemos reconocernos quizás ya hemos vuelto a cambiar... :)
ResponderEliminar