Es
sorprendente la importancia que tiene la actitud con la que nos
enfrentamos a las cosas en el resultado de las mismas. Parece ser que
simular que eres feliz (sonreír, mantenerte ocupado, mostrar energía
y entusiasmo,...) puede influir positivamente en nuestro bienestar.
Esto
tiene una explicación en la hipótesis de retroalimentación facial
según la cual: si expresas manifestaciones físicas de felicidad
(temor, desagrado,...) tus emociones se plasmarán en esa misma
dirección. Si alisas o frunces la frente, sonríes o frunces el
ceño, … podrías sentir más alegría o tristeza, irritación,...
En base a esta teoría tu rostro, tu cuerpo y tu voz envían señales
de “retroalimentación” a tu cuerpo para informarle que estás
experimentando una emoción determinada y esto provocará un efecto
reflejo de esas emociones en tu cerebro.
Hay
una técnica muy sencilla al respecto de esta teoría basada en un
pequeño experimento. Los participantes tenían que sostener un
rotulador en la boca, unos lo sujetaban entre los dientes simulando
una sonrisa o entre los labios fruncidos que les obligaba a fruncir
el ceño. Se les pidió que valoraran unos chistes y dijeran si les
parecían graciosos. Los que habían dibujado una sonrisa sujetando
el rotulador encontraron los chistes mas divertidos que los que
estaban simulando fruncir el ceño.
Aunque
los efectos de esta “retroalimentación” son modestos si parece
que el mero hecho de adoptar expresiones faciales y posturas de
felicidad contribuye mucho a sentir alegría.
Por supuesto que esto no significa que tengamos nuestros momentos de fruncir el ceño, mostrar nuestra rabia o tener reacciones físicas de tristeza. Se trata simplemente de ser conscientes de la importancia que tiene nuestra postura, nuestra expresión,...
En
fin, ya habíamos hablado que sonreír genera un efecto muy positivo
en nosotros (para recordarlo podéis pinchar aquí) pero además,
hasta la sonrisa forzada origina una leve sensación de bienestar.
Que
paséis una feliz semana!
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