domingo, 29 de septiembre de 2013

El séptimo día...

No sé si os pasa a vosotros como a mi, que me da la sensación de que cada minuto de mi tiempo lo tengo destinado a algún tipo de actividad. Es difícil repartirse el tiempo entre el trabajo, la familia, los amigos, ocio,... y como el tiempo es un bien muy preciado y escaso resulta muy difícil darse un respiro.

El día a día se convierte en correr de casa al trabajo, del trabajo a casa, desvivirse por llegar a todo,... Cuando llega el fin de semana lo llenamos de otros quehaceres, de momentos de ocio con amigos y familia,... Además de todo esto rascamos ratitos para hacer algo de deporte... De este modo echo en falta esos momentos de no tener nada que hacer mas que lo que me apetezca en ese preciso instante, improvisarlo con el tiempo que necesite.



La tradición judía del Shabbat santifica un día de descanso imitando al ser divino: “y el séptimo día descansó”. Los judíos mas estrictos siguen la tradición de acciones como no encender luces o no conducir un coche. Suelen pasar el día en familia, comen alimentos típicos e incluso es habitual echarse una siesta. El caso del Shabbat es algo extremo desde mi punto de vista fundamentalmente porque no es algo que se elige sino que se ven obligados a llevarlo a cabo.

En cualquier caso es bueno como idea a llevar a cabo cada uno de la forma que mejor se adapte a su modo de vida o a aquello que le produzca mas bienestar. Me refiero a ¿qué pasaría si nos establecemos un día o unas horas a la práctica de descanso solo para nosotros? No tiene por qué ser todas las semanas, puede ser cada quince días o una vez al mes.

Antes de despedirme quiero compartir con vosotros una película que he visto recientemente: El lado bueno de las cosas”, está llena de pequeños mensajes, de momentos trágicos y sobre todo, está lleno de esperanza a pesar de que las cosas no sean como planeamos en nuestras vidas.




Que paséis una feliz semana!

domingo, 22 de septiembre de 2013

No solo serlo sino parecerlo

Es sorprendente la importancia que tiene la actitud con la que nos enfrentamos a las cosas en el resultado de las mismas. Parece ser que simular que eres feliz (sonreír, mantenerte ocupado, mostrar energía y entusiasmo,...) puede influir positivamente en nuestro bienestar.





Esto tiene una explicación en la hipótesis de retroalimentación facial según la cual: si expresas manifestaciones físicas de felicidad (temor, desagrado,...) tus emociones se plasmarán en esa misma dirección. Si alisas o frunces la frente, sonríes o frunces el ceño, … podrías sentir más alegría o tristeza, irritación,... En base a esta teoría tu rostro, tu cuerpo y tu voz envían señales de “retroalimentación” a tu cuerpo para informarle que estás experimentando una emoción determinada y esto provocará un efecto reflejo de esas emociones en tu cerebro.

Hay una técnica muy sencilla al respecto de esta teoría basada en un pequeño experimento. Los participantes tenían que sostener un rotulador en la boca, unos lo sujetaban entre los dientes simulando una sonrisa o entre los labios fruncidos que les obligaba a fruncir el ceño. Se les pidió que valoraran unos chistes y dijeran si les parecían graciosos. Los que habían dibujado una sonrisa sujetando el rotulador encontraron los chistes mas divertidos que los que estaban simulando fruncir el ceño.

Aunque los efectos de esta “retroalimentación” son modestos si parece que el mero hecho de adoptar expresiones faciales y posturas de felicidad contribuye mucho a sentir alegría.

Por supuesto que esto no significa que tengamos nuestros momentos de fruncir el ceño, mostrar nuestra rabia o tener reacciones físicas de tristeza. Se trata simplemente de ser conscientes de la importancia que tiene nuestra postura, nuestra expresión,... 

En fin, ya habíamos hablado que sonreír genera un efecto muy positivo en nosotros (para recordarlo podéis pinchar aquí) pero además, hasta la sonrisa forzada origina una leve sensación de bienestar.


Que paséis una feliz semana!

domingo, 15 de septiembre de 2013

Mindfulness

Hoy terminan mis vacaciones... no parece que sea un comienzo muy positivo para este post, no?

Me he tomado unas vacaciones del trabajo y del blog para tomar perspectiva y cargar pilas. Durante mis vacaciones lo que intento es desconectar del día a día, dedicar mas tiempo a mi familia y amigos y dedicar tiempo a mí misma.

Cuando hablo de dedicar tiempo a mi misma os hablo de realizar actividades simples que me producen momentos de un alto bienestar y que normalmente estas actividades no puedo hacerlas a diario. Estas actividades son:

  • Leer con mas frecuencia. Por cierto, os aconsejo una novela que he leído durante estas vacaciones y me ha encantado: La verdad sobre el caso Harry Quebert



  • Tomar un largo café por la mañana, sin prisa, sin mirar el reloj
  • Dar largos paseos disfrutando de la tregua del calor en las noches veraniegas
  • Estar en contacto con el mar, escuchar el sonido de las olas y seguir maravillándome ante la grandiosidad de la naturaleza
  • Disfrutar de largos baños a la luz de las velas

No sé si os pasa a vosotros pero yo cuando llega septiembre vuelvo a retomar los objetivos personales que me había propuesto a principios de año y los reformulo o modifico. Creo que es la costumbre de mi época de estudiante, cuando en Septiembre empezaba todo de nuevo. Así que uno de mis objetivos va a ser mantener alguna de estas actividades aunque sea de forma mas esporádica que en mi época de vacaciones.

En línea con todo esto quiero hablaros hoy del mindfulness.



El mindfulness es un término que no tiene una palabra correspondiente en castellano. Puede entenderse como atención y conciencia plena, presencia atenta y reflexiva. Los términos atención, conciencia y referencia al momento concreto están incluidos de lleno en su significado. Viene a plantear, por tanto, un empeño en centrarse en el momento presente de forma activa y reflexiva. Una opción por vivir lo que acontece en el momento actual, el aquí y el ahora, frente al vivir en la irrealidad, el soñar despierto.

Se trata de una experiencia meramente contemplativa, observar sin valorar, aceptando la experiencia tal y como se da. Es una observación abierta e ingenua, ausente de crítica y valencia. Se diría que es una forma de estar en el mundo sin prejuicios: abierto a la experiencia sensorial, atento a ella y sin valorar o rechazar de forma activa y taxativa dicha experiencia.

Os dejo un enlace donde está perfectamente explicado este concepto de forma que podáis valorar la importancia de practicar esta actividad en los momentos que escojáis para mejorar vuestro bienestar. En este artículo además encontraréis una amplia bibliografía por si quereis profundizar sobre este tema.


Respecto al fin de mis vacaciones... lo mejor de las cosas que empiezan es que tiene un final y así aumentan su valor. Me quedo con un montón de momentos geniales y con que mañana afrontaré mi incorporación con optimismo y mi mente fresca.


Que paséis una muy feliz semana!