No
sé si os pasa a vosotros como a mi, que me da la sensación de que
cada minuto de mi tiempo lo tengo destinado a algún tipo de
actividad. Es difícil repartirse el tiempo entre el trabajo, la
familia, los amigos, ocio,... y como el tiempo es un bien muy
preciado y escaso resulta muy difícil darse un respiro.
El
día a día se convierte en correr de casa al trabajo, del trabajo a
casa, desvivirse por llegar a todo,... Cuando llega el fin de semana
lo llenamos de otros quehaceres, de momentos de ocio con amigos y
familia,... Además de todo esto rascamos ratitos para hacer algo de
deporte... De este modo echo en falta esos momentos de no tener nada
que hacer mas que lo que me apetezca en ese preciso instante,
improvisarlo con el tiempo que necesite.
La
tradición judía del Shabbat santifica un día de descanso imitando
al ser divino: “y el séptimo día descansó”. Los judíos mas
estrictos siguen la tradición de acciones como no encender luces o
no conducir un coche. Suelen pasar el día en familia, comen
alimentos típicos e incluso es habitual echarse una siesta. El caso
del Shabbat es algo extremo desde mi punto de vista fundamentalmente
porque no es algo que se elige sino que se ven obligados a llevarlo a
cabo.
En
cualquier caso es bueno como idea a llevar a cabo cada uno de la
forma que mejor se adapte a su modo de vida o a aquello que le
produzca mas bienestar. Me refiero a ¿qué pasaría si nos
establecemos un día o unas horas a la práctica de descanso solo
para nosotros? No tiene por qué ser todas las semanas, puede ser
cada quince días o una vez al mes.
Antes
de despedirme quiero compartir con vosotros una película que he
visto recientemente: El lado bueno de las cosas”, está llena de
pequeños mensajes, de momentos trágicos y sobre todo, está lleno
de esperanza a pesar de que las cosas no sean como planeamos en
nuestras vidas.
Que
paséis una feliz semana!