Hoy
escribo recién llegada de una formación que he empezado este fin de semana
sobre la cual os comentaré una vez que tenga mi aprendizaje mas consolidado, pero
sí quiero hablar sobre una pequeña reflexión que he tenido a partir de varias
dinámicas que he hecho durante estos dos días.
Mi
reflexión es en relación a la comunicación tanto entre dos o varias personas
como la comunicación con uno mismo. Sobre la comunicación entre una o varias
personas creo que es evidente que en muchas ocasiones no conseguimos
comunicarnos con éxito porque muchos de los problemas que nos encontramos en el
trabajo, en pareja, con amigos,... tienen como causante principal o secundario
la mala comunicación. Pero en este momento mi intención no es hablar sobre este
tema sino más bien sobre la comunicación que tenemos con nosotros mismos, esos
pensamientos, diálogos internos y palabras que nos decimos diariamente.
Es
habitual que a lo largo del día mantengamos diálogos con otras personas pero
los diálogos internos son constantes ya que con nosotros mismos es con quien más
tiempo pasamos. No sé los demás pero yo tengo diálogos, bueno, a veces tengo
verdaderas charlas conmigo misma pero es verdad que muchas veces no soy
consciente de esas palabras que me estoy diciendo y el efecto que están
causando en mi comportamiento y mi estado de ánimo. Estas palabras nos provocan
emociones tanto positivas como negativas, nos invitan a la acción o nos
paralizan, generan optimismo o pesimismo y pueden ser un motor para nuestra
automotivación.
Lo que más
me ha inquietado este fin de semana es darme cuenta de la cantidad de diálogos
internos que muchas veces trabajan en mi mente de forma inconsciente y el
efecto que están provocando en mí. A pesar de tener identificados muchos de
esos diálogos sé que otros muchos no los tengo localizados y un buen modo de
utilizar esos pensamientos para nuestro beneficio es el siguiente:
- Ser
conscientes de esos diálogos y así reconocer nuestros pensamientos automáticos,
aquellos que no controlamos pero que forman parte de nuestras representaciones
mentales sobre la realidad que nos rodea.
- Detectar
cuándo aparecen estos diálogos, cuánto tiempo duran, si hay un patrón en cuanto
a situación en la cual aparecen.
- Conocer
cuál es nuestra reacción ante esos pensamientos. Si los atendemos, si los
ignoramos, si les damos respuesta,…
- Observar
qué emociones nos producen estos diálogos. Si nos motivan, si nos asustan y
provocan miedo, si nos llevan a huir de una situación concreta, si nos
movilizan,…
Estos
pensamientos, que son automáticos, generan en nosotros hábitos que son muy
útiles porque sin ellos tendríamos que utilizar muchos recursos para nuestra
vida cotidiana. Es como cuando aprendemos a conducir que utilizamos toda
nuestra atención en el pie del freno, el pie del acelerador, prestar atención a
la carretera, mirar por los espejos... Sin embargo, una vez que lo
automatizamos no somos conscientes de todo lo que hacemos para conducir y deja
de demandarnos tantos recursos mentales.
Lo que nos
ocurre a veces es que esos pensamientos automáticos tan útiles en algunos
momentos a veces se convierten en un hábito negativo. Si podemos identificarlos,
reconstruirlos y modificarlos conseguiremos que se conviertan en algo positivo
que nos sirva de motor de motivación, nos genere emociones positivas o
simplemente no ejerza poder negativo en nuestra conducta.
Es
complejo pero el primer paso es prestarnos más atención a nosotros mismos,
poner nuestros sentidos en escucharnos y observarnos.
Feliz
semana!