Alguna
vez os he contado que me considero una persona algo inquieta, con la
mente puesta en diferentes proyectos y suelo tener siempre pendiente
muchas cosas por aprender. A veces consigo llevar a cabo aquello que
me propongo pero otras me doy cuenta a mitad de camino que no puedo
llegar a hacerlo como quisiera y me veo en la obligación de
posponerlo para poder conseguir algunos objetivos y no quedarme a
mitad de camino con todo lo que emprendo.
Por
ello considero importante que seamos conscientes de nuestras propias
limitaciones y carencias e intentar ser lo más objetivos posible con
nuestras capacidades.
Nuestra
propia auto exigencia nos orienta hacia una imagen idealizada de lo
que deberíamos ser o lo que deberíamos conseguir. Esto
nos genera cierto desgaste, ya que la relación que establecemos con
nosotros mismos se convierte en una lucha incesante en la que no hay
tregua: “deberías
de…” “tendrías que…”. Esos
diálogos internos a veces se convierten en luchas diarias que minan
nuestra capacidad para atender los objetivos que nos habíamos
marcado previamente y disfrutar del camino que nos lleva a conseguir
esas metas.
Quienes
no pueden aceptar sus carencias acaban por caer en el todo o nada, es
decir, si no puedo con todo no valgo nada. De esta manera se pierde
la capacidad de disfrutar de pequeños logros si no se consigue la
perfección (tarea difícil).
Las víctimas del ideal de perfección son personas que viven la vida
con ansiedad porque nunca es suficiente. Cuando se llega al objetivo
marcado de nuevo la meta se aleja para dejar una sensación de
frustración y vacío enorme. Esta es una búsqueda sin final, porque
la verdad es que la perfección suele acercarse mas a un ideal que a
la realidad.
En
cambio, quienes aceptan sus propios límites, están en paz consigo
mismos y pueden disfrutar de más ocasiones de placer y bienestar. No
invierten todas sus energías en mostrase perfectos, sino que
aprenden a buscar la satisfacción en aquellas tareas que les
permiten explotar sus potencialidades y fortalezas. Para estas
personas la perfección es precisamente saberse y conocerse, y
aceptar esta realidad perfecta para ellos.
Todo
esto no quiere decir que renunciemos a evolucionar,
a mejorar ciertos aspectos de nosotros mismos y a seguir aprendiendo.
A la hora de abordar nuevas tareas y proyectos antes debemos analizar
a costa de qué vamos a sacrificarnos por ello, cuál es nuestra
motivación para ello y nos debemos plantear si tenemos la capacidad
de abordarlo en ese momento.
Reconocer
nuestros propios límites y que no podemos con todo, no nos convierte
en menos valiosos, sino que nos capacita para pedir y aceptar ayuda
sin sufrir por ello. Quienes
luchan por abarcarlo todo a veces se olvidan de disfrutar del camino
para lograr sus objetivos.
Feliz
semana!